El vampiro de Barriales, la leyenda que venció al tiempo

30 de Enero de 2013
Diario Los Andes
 A 40 años de la aparición de numerosos animales muertos y sin sangre, el caso aún es recordado con temor en el lugar y algunos aún evitan hablar del tema. La misteriosa historia ahora se reflejará en un documental que filman jóvenes estudiantes de la UNCuyo.

Textos: Jorge Barrionuevo - Ilustración: Fernando Rosas

Muy distinto al que su aspecto urbano refleja hoy, Barriales era en 1972 un distrito -en realidad un gran caserío- de escasa zona céntrica y mayoría de callejones y fincas, con no más de 500 vecinos dedicados en su gran mayoría a tareas agrícolas. Por aquel tiempo la iluminación era escasa y el alumbrado público aún un sueño. La ruta 60 era un corredor de asfalto por la que pasaban pocos vehículos y, de vez en cuando, algún micro.

Por las noches de invierno de aquel año en ese pueblo de Junín, las mujeres veían "Malevo", una novela diaria que protagonizaban Rodolfo Bebán y Gabriela Gilli, mientras que los hombres se acercaban al Club Social a jugar un truco y tomar un trago. Los niños, a esa hora, hacían los deberes, luego de jugar al fútbol en los potreros que abundaban. Los "barrialinos" eran gente tranquila, de saludo franco y gestos amables.

Pero todo cambiaría abruptamente. Entre el fin del invierno y el comienzo de la primavera, una sucesión de casos de conejos, gallinas y hasta corderos muertos, completamente disecados y sin signos aparentes de violencia, conmovió a Barriales y luego a otros distritos como Isla Grande, Palmira, Rodríguez Peña e Ingeniero Giagnoni. La tranquilidad de la zona se había perdido y el miedo era quien reinaba, cabalgando sobre la ira del asesino de aves.

Las tertulias del club comenzaron a brillar por su ausencia, y en las noches solo se observaban, a lo sumo, un par de bicicletas que se marchaban temprano.

La escuela Posadas y el centro Cultural Merceditas estaban sumidos, al igual que todo Barriales, en la oscuridad que suele originar el temor. No se oían pasos en la pirámide blanca de la plaza, en la "fuente donde residían unos pescados rojos", como evoca un vecino.

Setiembre, octubre y noviembre de 1972 fueron meses de fuerte tensión. Algunos que sufrieron los embates del "vampiro", como Francisco Bardín, Olga Esther González, Carmen Sotana y Alejandro Romero, se atrevieron a hacer la denuncia. Pero muchos más damnificados prefirieron el anonimato.

Se armaron patrullas vecinales para recorrer los campos y dar con la criatura, se oficiaba misa en la parroquia para expulsar al diablo que merodeaba, en las noches las escopetas permanecían cerca de la cama, por si acaso, y las puertas tenían tranca doble y se les colgaba religiosamente una ristra de ajos. Las sospechas del lugar que albergaba al vampiro se orientaban hacia "el pantano", una extensión de enormes pastizales ubicada detrás del cementerio. Hasta la revista Gente envió un corresponsal para hacerse eco del caso.

Regreso al pasado

Juana Infante (68) cierra los ojos y por un momento se transporta a la finca de la calle La Costa, en Isla Grande (contigua a Barriales), ya en el departamento de Maipú. Ella también sufrió la cercanía del vampiro. En aquel entonces vivía junto a su marido y era vecina de sus padres y feliz mamá de su pequeño José, de apenas 2 años. "Cuando a la mañana fuimos a dar de comida a las gallinas nos encontramos con el horror. Mis padres se agarraban la cabeza y no podían creer lo que veían: un montón de gallinas y conejos en círculo y sin una gota de sangre". Como resultado de ello, sus padres Elvira Moyano y Nazario Infante comenzaron a hacer cruces con las latas del aceite que luego colgaban a modo de protección en las telas del gallinero.

La mujer agrega que esa noche el perro bravo que tenían gemía asustado y que al otro día, el caballo se encontraba "transpirado y enfurecido".

Su hermano, Carlos Infante (60), reconoce que en aquel tiempo "cuando se entraba el sol, en la calle ya no se encontraba a nadie" y que él también fue testigo de otros casos, como uno que ocurrió en la calle Remedios Escalada, también de Barriales. "Había todo tipo de comentarios, desde un bodeguero que practicaba la magia negra a un bicho diabólico que atacaba a los animales de corral".

¿Quién era el vampiro?

Para algunos era un zorro grande, una comadreja, un hurón, un gato montés, un perro, un lechuzo bodeguero... Otros juraban que era un hombre, con garras y colmillos. Pero nadie explicaba por qué los animales aparecían secos de sangre.

Con la llegada del verano, tan misteriosamente como apareció, cesaron las andanzas del vampiro. Hasta que un diario en esos días informó de un hecho policial: tres jóvenes fueron detenidos en un extraño velatorio en un campo de Rivadavia. Dijeron que era una misa negra para exorcizar un poseído, hijo de un bodeguero de la zona.

Antonio dice que su apellido no debe aparecer, porque es un juramento que hizo hace 40 años (enero de 1973). Cuenta que él participó de ese velatorio por el que "me pagaron buena plata", pero que nunca pudo superar el terror de aquellos 9 días y 9 noches que debió permanecer junto a un féretro en un campo rivadaviense.

Así concluyeron las matanzas de animales domésticos. Entonces, el "vampiro de Barriales" comenzó a convertirse en la leyenda que venció al tiempo. Hoy, la mayoría de los lugareños de más de medio siglo en el pueblo prefiere no hablar del tema, pero cuando lo recuerdan y casi como un acto reflejo, suelen persignarse. 

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