BOMBEROS SAN RAFAEL 2015

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Hipólito Bouchard -Un Héroe ARGENTINO Olvidado-

Argentina, 28 de Abril de 2013
Nota R.J.A.

Hippolyte de Bouchard, conocido como Hipólito Bouchard o Hipólito Buchardo fue un militar y corsario francés con nacionalidad argentina que luchó al servicio de las Provincias Unidas del Río de la Plata y del Perú; nació el 15 de enero de 1780 en Bormes, cerca de Saint Tropez (Francia). Desde muy pequeño se incorporó a la marina y en un barco francés llegó a Buenos Aires para quedarse en 1809, pocos meses antes del comienzo de la Revolución de Mayo.



Pronto comenzó a sentir una profunda simpatía por las ideas expresadas por el sector más radical de la Junta, liderado por Mariano Moreno, y puso sus conocimientos navales a disposición de la revolución. El gobierno lo nombró segundo comandante de la recientemente creada flota nacional.

Bouchard fue uno de los corsarios que cumplió un importante papel en las luchas por la independencia argentina. Se caracterizó por un duro carácter que lo llevó a protagonizar varios incidentes con su tripulación y a tomar feroces represalias contra quienes se insubordinaban.

El 2 de marzo de 1811, el Combate de San Nicolás de los Arroyos constituyó el bautismo de fuego de la nueva escuadra. Lamentable fue una derrota.

En marzo de 1812 se alistó en el Regimiento de Granaderos a Caballo, al mando de José de San Martín. Participó en el Combate de San Lorenzo, donde conquistó una de las banderas del enemigo. Dice San Martín en el parte de guerra: "una bandera que pongo en manos de V.E. y que arrancó con la vida del abanderado el oficial don Hipólito Bouchard" (…Avanza el enemigo a paso redoblado, al viento a desplegado su rojo pabellón... )

San Martín tomará nota de la actuación del temerario francés y lo tendrá muy en cuenta a la hora de recomendárselo al almirante Guillermo Brown para hostigar a los españoles en el Pacífico y preparar de esa manera el asalto final sobre Lima.

En premio a su valor, la Asamblea Constituyente le concedió la ciudadanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata. En 1813 contrajo matrimonio con Norberta Merlo, con quien formaría una familia.



En 1815, comenzó la campaña de guerra de corso dirigida por Brown, con la fragata "Hércules" y el bergantín "Santísima Trinidad" acompañado por la corbeta "Halcón" al mando de Bouchard.

Una de las campañas más prestigiosas de Bouchard fue la realizada bajo las órdenes de Guillermo Brown, en la que asolaría las costas del océano Pacífico, atacando El Callao y Guayaquil.

El 12 de septiembre de 1815 se le otorgó patente de corso para ponerse al mando de la corbeta Halcón, un barco de construcción francesa no muy sólido en su estructura. La corbeta había sido comprada al Estado argentino por el conocido armador Vicente Anastasio Echevarría. Los oficiales de la nave eran principalmente franceses, pero el Segundo Comandante, Robert Jones, era de origen inglés, y se contaba con la presencia de Ramón Freire.

Antes de zarpar se produjo un choque entre Bouchard y los oficiales, cuando el agente de la expedición, Severino Prudant, promovió el levantamiento de la plana mayor. Debido a la intervención de Echevarría, el conflicto no pasó a mayores.



La flota de la campaña estaba compuesta por la Hércules, al mando de Guillermo Brown; la Santísima Trinidad, al mando del hermano de Brown, Miguel; la corbeta Halcón, al mando de Bouchard y la goleta Constitución, al mando de Oliverio Russell. Las embarcaciones Hércules y Santísima Trinidad partieron desde Montevideo hacia el sur el 24 de octubre de 1815; las otras dos embarcaciones zarparían cinco días después. Las órdenes eran encontrarse en la Isla Mocha donde establecerían un acuerdo para las operaciones.

Los hermanos Brown arribaron a la isla el 28 de diciembre, mientras que la Halcón lo hizo un día más tarde. Al llegar, Bouchard manifestó su convicción de que la Constitución se había hundido. Comentó que al pasar el cabo de Hornos los azotó una tempestad durante catorce días. La nave comandada por Russell se encontraba cargada con cañones de grueso calibre y una importante carga, por lo que creía que no pudo resistirla. Ni la Constitución ni su tripulación volvieron a ser vistos.


Guillermo Brown fue el primer almirante irlandés nacionalizado argentino de la fuerza naval de la Argentina
En la isla, Brown y Bouchard acordaron, el 31 de diciembre de 1815, operar juntos durante los primeros cien días de 1816. También acordaron la forma en que iban a ser divididas las presas: debían ser divididas en cinco partes, de las cuales dos le correspondían a Brown por ser el comandante en jefe, una y media para la Santísima Trinidad y la misma proporción para la Halcón. De allí Bouchard y Miguel Brown partieron hacia las costas peruanas, mientras que la Hércules se dirigió al Archipiélago Juan Fernández para liberar a algunos patriotas que se encontraban presos allí.

El 10 de enero de 1816 volvieron a reunirse las tres embarcaciones, en las cercanías de El Callao. Los oficiales decidieron comenzar un bloqueo y, no conformes, bombardearon la población, la fortificación y llegaron a desembarcar en las playas.

El día 11 apresaron el bergantín San Pablo, que fue utilizado para alojar a los enfermos de escorbuto y a los prisioneros.

El 13 apresaron la fragata Gobernadora, donde encontraron al teniente coronel Vicente Banegas, oficial del Ejército Republicano de Nueva Granada, quien se sumó a la plana. El 18 de enero capturaron cuatro embarcaciones: la goleta Carmen, el bergantín Místico y dos naves más, una de las cuales fue saqueada y hundida.

El 21 volvieron a bombardear las fortalezas, y por la noche hundieron la fragata Fuente Hermosa.

El 28 de enero apresaron dos importantes presas, las fragatas Candelaria y Consecuencia. Al día siguiente decidieron partir hacia el norte, en busca de la boca del río Guayas.



El 7 de febrero arribaron a la isla Puná, en las cercanías de Guayaquil. Al llegar, Guillermo Brown les ordenó a Bouchard y a su hermano que permanecieran fondeados para proteger a las siete presas que habían tomado anteriormente. Brown se puso al mando de la Santísima Trinidad, con la que se disponía a atacar Guayaquil. Al día siguiente, tomó y demolió el fuerte de Punta de Piedras ubicado a cinco leguas de Guayaquil. Sin embargo, el día 9 de febrero fracasó al intentar tomar el castillo de San Carlos, siendo capturado por las fuerzas realistas. Tras una dura negociación, los otros corsarios argentinos lograron canjear a Brown por la fragata Candelaria, tres bergantines y cinco cajones de correspondencia que transportaba la fragata Consecuencia. Al retirarse, los corsarios se llevaron las fragatas Hércules y Consecuencia, la corbeta Halcón y la goleta Carmen. Debieron abandonar la Santísima Trinidad, ya que se encontraba en malas condiciones.

A los tres días, Bouchard le informó a Brown de que su nave hacía agua y que sus oficiales habían decidido regresar a Buenos Aires, por lo que solicitaba la liquidación del botín. En el reparto, Bouchard obtuvo la fragata Consecuencia y la goleta Carmen, pero tuvo que dejar la Halcón y contrajo una deuda de 3.475 pesos.



El marino francés decidió volver a Buenos Aires por el cabo de Hornos. Nuevamente existieron diferencias con su tripulación, que en ocasiones se solucionaban mediante la violencia. Debe remarcarse que en una ocasión se batió a duelo con un sargento mayor, lo que luego le produciría graves problemas legales. Estas diferencias aumentaron cuando un oficial de la nave Carmen le informó que la goleta hacía agua, a lo que el comandante contestó que igual debía pasar por el Cabo de Hornos porque no echaría la embarcación a pique. En ese momento los oficiales de la goleta, inducidos por la tripulación, decidieron desobedecer a Bouchard y cambiaron el rumbo hacia las islas Galápagos. La Consecuencia arribó a Buenos Aires el 18 de junio de 1816.

Pero la etapa más novelesca de la vida de Bouchard estaba por comenzar. Mitre la resumió de esta manera: "...Una campaña de dos años dando la vuelta al mundo en medio de continuos trabajos y peligros, una navegación de diez o doce mil millas por los más remotos mares de la tierra, en que se domina una sublevación, se sofoca un incendio a bordo, se impide el tráfico de esclavos en Madagascar, se derrota a piratas malayos en Macasar, se bloquea a Filipinas, anonadando su comercio y su marina de guerra, se domina parte de Oceanía imponiendo la ley, a sus más grandes reyes por la diplomacia o por la fuerza; en que se toma por asalto la capital de la Alta California, se derrama el espanto en las costas de México, se hace otro tanto en Centro América, se establecen bloqueos entre San Blas y Acapulco, se toma a viva fuerza el puerto de Realejo apresándose en este intervalo más de veinte piezas de artillería, rescatando un buque de guerra de la Nación y aprisionando o quemando como veinticinco buques enemigos…".



Para la nueva campaña que iba a realizarse, Bouchard decidió utilizar la fragata La Consecuencia, que había tomado durante su última campaña. Junto a su armador, Vicente Echevarría, decidieron cambiarle el nombre a la embarcación, optando por La Argentina. Pero armar este barco no era una tarea sencilla, ya que contaba con un importante tamaño: 464 toneladas de desplazamiento y 100 metros de quilla.

Echevarría adquirió 34 piezas de artillería, 18 cañones de a ocho y 16 carronadas de a doce, y contrató a carpinteros experimentados para que las emplazasen. Bouchard pidió, además, la colaboración del gobierno argentino, mediante la fianza de Juan José de Sarratea. El Estado aportó 4 cañones de bronce y 12 de hierro, 128 fusiles, 800 balas de cañón de a doce y 900 de a ocho. La embarcación contaba, además, con 3.000 balas de a veinticuatro, que al no poder ser utilizadas en combate servían, junto a 300 lingotes, de lastre. No fue posible conseguir ni pistolas ni sables de abordaje, que eran esenciales para los combates a corta distancia. Bouchard le pidió al gobierno que le entregara, al menos, 40 sables de caballería, pero el depósito ni siquiera contaba con esa cantidad.

Matías Irigoyen, ministro de Guerra y Marina, consiguió la entrega de seis quintales de plomo de las reservas del Estado, ya que no había podido encontrarlos en la ciudad. Por último, se instalaron dos hornallas a bordo, para calentar las balas encadenadas utilizadas para romper los mástiles e incendiar el velamen.

Tomás Espora
En lo que respecta a la tripulación, debían reclutarse 180 hombres. Esta tarea no era sencilla, ya que Bouchard se había ganado la fama de hombre duro. Los integrantes de la plana mayor fueron: el capitán Nathan Sommers; los primeros tenientes Guillermo Sheppard, Colverto Thompson, Daniel Oliver, Guillermo Mills, Miguel Burgués y Luis Greissac; el teniente de infantería José María Píriz; los cabos de presa Juan Arhens, Carlos Douglas y Martín Van Burgen; el cirujano Bernardo Copacabana; los pilotines Tomás Espora, Juan Agustín Merlo y Andrés Gómez.

Echevarría había solicitado al gobierno el uso del uniforme de la marina de guerra por parte de los oficiales de la campaña, tanto como motivación como para mejorar el orden y el respeto a bordo. Los marinos eran, en su mayoría, extranjeros, aunque algunos de ellos eran oriundos de las provincias de Corrientes, Entre Ríos y Buenos Aires. La infantería de desembarco era inexperta y, en la gran mayoría de los casos, pisaban por primera vez una cubierta.

El 9 de julio de 1817, zarpó la fragata La Argentina al mando del capitán Bouchard, desde la ensenada de Barragán para cumplir un crucero de corso, que habría de durar dos años.



Navegando por aguas del Atlántico Sur, llegó a Madagascar y frustró el embarco de esclavos que estaban a punto de concretar tres buques ingleses y uno francés.

La Argentina siguió navegando rumbo a las Filipinas para perjudicar el tráfico comercial de los buques españoles. Rechazaron el ataque de cinco buques piratas malayos.

En las islas Hawai, Bouchard se entrevistó con el rey Kamehameha y firmó un tratado haciéndole reconocer la Independencia Argentina, proclamada por el Congreso de Tucumán. El rey hawaiano gobernaba las islas hacía treinta años y los viajeros lo llamaban el Napoleón de la Polinesia. Había logrado formar una confederación de las islas hawaianas con capital en Karakakowa. 

Kamehameha le proveyó a Bouchard 100 marinos y le devolvió la goleta Chacabuco, capturada por sus hombres. La flota compuesta ahora por franceses argentinos y hawaianos, puso proa a California, y llegó a su capital, Monterrey, el 22 de julio de 1818. Tras duros combates, logró tomar el fuerte y hace flamear la bandera de Belgrano por seis días en California. Tras el ataque a Monterrey, las tropas de Bouchard arrasaron la misión de San Juan, Santa Bárbara y otros poblados españoles de alta y baja California.



El 25 de enero de 1819, bloqueó el puerto de San Blas y atacó Acapulco de México. En Guatemala destruyó Sonsonate y capturó bergantines españoles. En Nicaragua, tomó Realejo, el principal puerto español en los mares de Sur, y se apoderó de cuatro buques españoles (algunos historiadores han señalado que la bandera de las Provincias Unidas del Centro de América está inspirada en la bandera argentina que flameó en ese entonces en Centroamérica). Bajó hacia el Perú siguió hostigando las posiciones españolas sobre el Pacífico.

El 9 de julio de 1819 fondeó en el puerto de Valparaíso la corbeta Santa Rosa junto a la María Sofía, que en realidad se trataba de una nave de origen danés que contrabandeaba en Centroamérica. El 12 de ese mes arribó el Neptuno y un día después La Argentina. Al llegar Bouchard, se le informó que pendía sobre él una orden de arresto por decisión de Thomas Cochrane. El corsario respondió que el gobierno chileno no tenía autoridad para juzgarlo y que sólo respondería por sus actos ante las autoridades argentinas.



Tras resistirse al arresto, Cochrane ordenó que la fragata fuera tomada por la fuerza durante la noche. En ella sólo se encontraban Bouchard, Espora y unos pocos marineros, por lo que su toma no resultó una tarea difícil. Si bien la patente de corso había vencido antes de atacar El Realejo, el encarcelamiento se explica por la necesidad de recaudar fondos para la flota argentino-chilena que posteriormente libertaría Perú.12 Se le inició un juicio por piratería que comenzó el 20 de julio. A mediados de septiembre había partido la escuadra chilena para intentar tomar El Callao. En ese momento, los defensores del corsario decidieron acelerar el juicio y el tribunal resolvió el 9 de diciembre de 1819 la devolución de los buques, diarios y demás papeles a Bouchard. Sin embargo, el dinero y las mercancías nunca fueron devueltos.



Al llegar al puerto, vio con desazón el estado en que se encontraban las embarcaciones: los cañones, al igual que las velas, habían sido retirados para equipar otros barcos. Para obtener recursos, utilizó la goleta para transportar arcilla hacia Buenos Aires. Para que no existiera ningún problema de tipo legal, el armador Echevarría le pidió al Director Supremo José Rondeau que le extendiese cuatro patentes de corso por un término de ocho meses. Para inclinar la voluntad del Director a su favor, Echevarría le expresó que renombraría al lugre como General Rondeau.

Sin embargo, al no disponer de tiempo y medios suficientes para rearmar las embarcaciones, Bouchard decidió utilizarlas como transporte. Para que no se asociara el nombre de la fragata con tan pobre destino, le cambió el nombre de La Argentina a Consecuencia, nombre que tenía antes de tomarla. La Consecuencia fue utilizada para transportar 500 hombres, entre los que se encontraban varios granaderos, mientras que la Santa Rosa transportó ganado y armamento.



A pesar de que le había informado a Echevarría de que partiría hacia Buenos Aires, Bouchard decidió sumarse a la campaña de liberación del Perú. Utilizó sus dos embarcaciones como transporte y le escribió una carta a su armador pidiéndole que ayudara a su familia. Aquí comenzó la ruptura con éste, ya que Echevarría sentía perjudicados sus intereses debido al largo período de prisión que había sufrido el corsario y a los daños producidos en las naves. Por esta razón el armador decidió quedarse con los 25.000 pesos pagados por el transporte de arcilla.
 
En 1820 Bouchard se encontraba en Perú sirviendo a la marina chilena. En diciembre de ese año le solicitó a José de San Martín, quien había asumido el Protectorado del Perú, que le permitiera volver a la Argentina debido a su mala situación económica. Sin embargo, San Martín le exigió que se mantuviera en Lima por cinco meses más. Para agravar su situación, no se le pagó por dos presas capturadas en Pisco, cuyo valor ascendía a 95.000 pesos. En 1822 se encontraba en una situación no muy clara respecto a su pertenencia a la marina del Perú, y las noticias de que Echevarría no estaba ayudando a su familia en Buenos Aires produjeron la ruptura definitiva con éste.



Cuando lord Cochrane se apoderó de los caudales depositados en los buques de guerra bajo su mando para cobrar los haberes adeudados, San Martín decidió combatir fuego con fuego. Por ello dispuso la creación de la marina peruana, y puso a Bouchard al mando de la fragata Prueba, la más importante de la escuadra peruana. Cuando Cochrane retomó sus reclamos pecuniarios, Tomás Guido le pidió que se dirigiera a Chile y ordenó a Bouchard que se preparara a combatir en caso de que que el marino se dispusiera a atacar. Sin embargo, Cochrane no lo intentó, probablemente al notar lo bien armada que se encontraba la nave peruana.

Posteriormente continuó en aguas peruanas al mando de la Santa Rosa, ya que La Argentina había sido vendida como leña. (La travesía de La Argentina había durado dos años. Durante ese tiempo, Bouchard y su gente sostuvieron trece combates navales, capturaron o destruyeron veintiséis buques y decomisaron la carga de cuatro barcos negreros –y liberaron a sus prisioneros- y de dos naves inglesas y una de los Estados Unidos). Pero la Santa Rosa sería finalmente incendiada durante la sublevación de la fortaleza de El Callao en 1824. También participaría, en 1828, en la guerra contra la Gran Colombia. Tras la muerte del Almirante Martín Jorge Guise, quedó a cargo de la marina peruana, pero se retiraría un año después de que se incendiara la nave insignia, Presidente.

Tras el retiro, decidió hacerse cargo de la atención de las haciendas que le había adjudicado el gobierno peruano, San Javier y San José de la Nazca, donde funda un ingenio azucarero. Hacía tiempo que había perdido contacto con su familia, después de la expedición con Brown había convivido con su esposa sólo diez meses, y no llegó a conocer a su hija menor que nació después de que iniciara su expedición alrededor del mundo. Muere el 4 de enero de 1837.

Los restos de Bouchard permanecieron perdidos hasta 1962, cuando fueron encontrados en una cripta ubicada en una parroquia de la ciudad de Nazca, en Perú. El 6 de julio de ese año fueron exhumados y repatriados a Buenos Aires por una comisión formada por la Armada Argentina y la Armada de Perú. Hoy descansan en el panteón viejo de la armada argentina en el Cementerio de Chacarita.


Enlace:
http://www.elhistoriador.com.ar/biografias/b/bouchard.php
http://www.argentina.ar/temas/historia-y-efemerides/2974-hipolito-bouchard-el-corsario-argentino
http://www.ara.mil.ar/pag.asp?idItem=47
http://www.inb.gov.ar/otros/brown_bouchard.htm



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El día que Argentina invadió California de Norte América…

24 de Marzo de 2013
Nota Varios y R.J.A.

Mucho es sabido por hispano-parlantes del proceso de independencia de América Latina, que abarcó desde la Península de California  hasta el Río de la Plata. Pero pocos es sabido el episodio que ocurrió en el lugar antes dicho, California. 

Ocurrió entre el 24 y el 29 de noviembre de 1818, cuando el capitán Hipólito Bouchard tomó la pequeña fortaleza de Monterey, entre las entonces jóvenes ciudades de San Francisco y Los Angeles, en lo que aún era territorio de la corona española, en guerra contra las Provincias Unidas del Río de la Plata. 

Para 1818 las costas de California fue sorprendida por una flota de bandera Argentina, compuesta por franceses, ingleses, malayos y hawaianos, comandada por Hipólito Bouchard, militar y corsario de origen francés, casi desconocido para todos, pero su sueño independentista se hizo notar en todo el mundo. Historia que desconocemos en nuestras aulas, pero ahora con detalle empezamos a narrarla... 


California "en manos argentinas"
Bouchard se reunió con sus oficiales para diseñar el plan de ataque. El oficial Corney ya había estado en dos oportunidades en San Carlos de Monterrey (capital de la Alta California, por aquellos tiempos colonia española), por lo que conocía la profundidad de la bahía. Se determinó utilizar para el ataque la corbeta Santa Rosa o Chacabuco, ya que el gran calado de la fragata La Argentina podía producir que esa embarcación encallase, y se concentró allí la tropa de desembarco. La fragata tuvo que echar al agua varios botes para que la remolcaran lejos del alcance de la artillería española. Una vez remolcada, Bouchard envió hacia la Santa Rosa al capitán Sheppard junto a 200 hombres armados con fusiles y lanzas.

La corbeta Santa Rosa, al mando del oficial Sheppard, ancló a las doce de la noche en las cercanías del fuerte. Debido al cansancio que sufrían los hombres, tras remolcar la fragata y remar hacia la corbeta, Sheppard decidió no atacar de noche. Con la primera luz del día descubrió que había anclado demasiado cerca de la costa, y que a pocos metros se encontraban la artillería española lista para atacarlos. El capitán decidió abrir fuego, pero tras quince minutos de combate la corbeta debió rendirse. Desde la fragata, Bouchard vio cómo sus hombres eran derrotados, pero también observó que los españoles no intentaron apoderarse de la Santa Rosa ya que carecían de embarcaciones. El corsario ordenó levar anclas y moverse en dirección al puerto. Sin embargo, debido al calado de la fragata, no podía acercarse lo suficiente como para abrir fuego. A las nueve de la noche comenzaron las tareas para trasladar a la fragata los sobrevivientes de la corbeta.

En la madrugada del 24 de noviembre, Bouchard ordenó a sus hombres que se pusieran al mando de los botes. En las embarcaciones, se encontraban 200 personas, 130 armados con fusiles y 70 con lanzas. Desembarcaron a una legua del fuerte, en una caleta oculta por las alturas. La resistencia del fuerte fue muy débil, y tras una hora de combate fue enarbolada la bandera argentina en el puerto

Durante seis días los argentinos tomaron la ciudad, en los que se apropiaron del ganado, quemaron el fuerte, el cuartel de los artilleros, la residencia del gobernador y las casas de los españoles junto a sus huertas y jardines. Sólo dejaron las iglesias y viviendas de los nativos que apoyaban la causa libertadora.

 Luego de dejar California, La Argentina recorrió toda la costa occidental de Centroamérica, bloqueando el puerto de San Blas y el de Acapulco en México, y el puerto "El Realejo" en Nicaragua. Dice Pigna "la imagen del crucero La Argentina se transformó en un símbolo de terror para las fuerzas españolas y de lucha contra la tiranía para los patriotas americanos. La casi totalidad de los países de Centroamérica que se irán constituyendo, diseñarán sus banderas basándose en la celeste y blanca creada por Belgrano y exhibida con orgullo a lo alto de las naves de Bouchard."

Luego...
Las hazañas de Bouchard en mares extraños, hizo que San Martín lo reclutara para la campaña hacia el Perú, bastión del poder realista en América. Bouchard se encargaría de hostigar a las naves españolas allanando el camino a San Martín para entrar en Perú.

Vale destacar que Bouchard, a pesar de estar ligado al gobierno argentino por la patente de corso que se le había concedido,  ayudaron a la causa independentista en toda América Latina, pero terminaría sus días como dueño del ingeniero azucarero "La Buena Suerte", cedido a él por el nuevo gobierno peruano, y asesinado el 4 de enero de 1937 por uno de sus peones

Huella en la región
Bouchard dejó una huella en la región, pero que aún se debate cuál. "En los Estados Unidos es considerado un corsario, pero en las zonas aledañas a Monterey es visto como un pirata, sin más. Depende de qué lado de la historia se quiera ver". 

De barba larga, sombrero y vestimenta de pirata de película para chicos es como se lo recuerda, por lo pronto, en el Festival de la Misión de San Juan Capistrano, donde a fines de octubre de cada año se recrea su saqueo de los depósitos de la orden y la borrachera de sus marineros con sus vinos y licores. 


Bouchard dejó, de todos modos, una marca en la historia. Además de varios monolitos y placas en distintos puntos de California, en un muelle de la ciudad de Santa Bárbara flamean las banderas de los países que alguna vez ocuparon California: España, Rusia, México, Estados Unidos... y la Argentina


"Yo fui el que izó esa Bandera Argentina", dice el presidente de la Asociación de Intérpretes de la Corte de California, Carlos Cerecedo. Nacido en El Bolsón y criado en Bariloche, vive en Santa Bárbara, puerto que Bouchard amenazó con volar en pedazos en 1818 si no liberaban a tres de sus hombres.


"Una persona que respetó reglas" 
Bouchard era una persona muy dura con sus tropas, casi brutal, pero que respetó ciertas reglas: "no tocó las misiones, ni las iglesias, y cumplió con su objetivo de hostigar a los españoles en cualquier parte del mundo", dice el historiador aficionado Peter Uhrowczik, quien tuvo el apoyo del presidente de la Academia Nacional de la Historia, Miguel Angel De Marco, y del historiador naval Pablo Arguindeguy para profundizar su investigación. 

El presidente de la Asociación de Intérpretes de la Corte de California, Carlos Cerecedo, también concluyó que Bouchard no era un pirata, ni mucho menos un forajido y decidió limpiar su nombre. "Traduje todos los documentos sobre Bouchard y las bitácoras de su viaje y me presenté en la Justicia con una moción a mediados de 1997 -recuerda-. Y logré que el presidente de la Corte de Santa Barbara [por el juez Thomas R. Adams] ordenara que a partir de entonces, en el condado de Santa Bárbara a Bouchard sólo se lo puede citar como corsario, no pirata." Francés, veterano de las guerras de Napoleón, Bouchard también peleó junto con San Martín en la batalla de San Lorenzo y con Guillermo Brown contra naves y fortalezas españolas sobre las costas de Chile, Perú y Ecuador. Ya ciudadano argentino, el 9 julio de 1817, en el primer aniversario de la independencia, se lanzó como corsario llevando consigo a otros dos marinos que dejarían surco propio: José María Piris y Tomás Espora. Con ellos circunvaló el mundo, con escalas en Madagascar, Filipinas y Hawai. 


Como argentino, me siento orgulloso de que hubo un hombre que supo desafiar a las tres mejores armadas del siglo -inglesa, francesa, española- en nombre de la independencia argentina y liberando la esclavitud en el Mundo. R.J.A.


Fuentes:
1- http://es.wikipedia.org/wiki/Hipólito_Bouchard
2- "Los mitos de la historia argentina 2" de Felipe Pigna. Cap. "Hipolito Bouchard, la argentinidad al palo mayor". Ed. Planeta. 14º edición: enero de 2007.
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Corsarios argentinos en el mundo…

17 de Marzo de 2013
Nota R.J.A.

Antes de empezar, debemos de aclarar el significado del término corsario, a fin de encuadrarlo dentro de un marco más adecuado y explicativo del accionar en esta forma de la guerra de independencia.

La patente de corso era un contrato por el cual un Estado otorgaba a un particular el derecho de atacar, apresar, saquear o destruir todo buque que enarbolara una bandera enemiga, a cambio de permitirle quedarse con una cierta parte del botín obtenido. A veces el Estado emisor de la patente aportaba la nave, o al menos pertrechos, víveres y una parte de la tripulación; el corsario debía cargar con el resto de los gastos. Debía izar, en el momento del ataque, la bandera del estado emisor de la patente.

El corso era considerado entonces una legítima manera de guerrear. Con algo de cinismo, podría decirse que permitía que la iniciativa privada participara en una guerra, asociada a un Estado beligerante.

Una reliquia de estas épocas se encuentra en la Constitución Argentina, Artículo 75, que dispone las competencias del Congreso, donde se expresa: "Conceder patentes de corso y de represalias, y establecer reglamentos para las presas".


Los corsarios, tuvieron un papel importante en la Guerra de Independencia de la Argentina, estaban sometidos a un reglamento que los obligaba a poseer lo que se llamaba Patente de corso, que se otorgaba por un cierto tiempo, generalmente un año. No podían atacar sino naves de la nación en guerra, debían ser humanitarias y respetar a los neutrales, las presas que tomaban debían ser declaradas legítimas por un tribunal de presas, y debían liberar a los negros encontrados en buques negreros enemigos.
 
Los primeros meses luego de la revolución de mayo no fue para nada fácil, sobre todo porque teníamos que enfrentar a la poderosa flota realista, que controlaba el Río de la Plata desde Montevideo (de hecho, Buenos Aires fue bloqueada y bombardeada en 1811). La primera e improvisada armada patria, al mando de Juan Bautista Azopardo, fue destrozada en San Nicolás a principios de ese año y el propio Azopardo paso 10 años en una prisión española.

“Sin una marina  que protegiera a la nueva nación, el gobierno patrio  decidió otorgar patentes de corso”.

Desde 1815 y 1819 la acción corsaria causó grandes perjuicios al comercio de las coronas, apresaron naves,  efectuar tareas de protección a los barcos de guerra y difundieron las ideas de la revolución independentista por el mundo.

El corsario de las Provincias Unidas fue uno de los primeros en obtener grandes éxitos entre los marinos de las colonias insurgentes. En el Caribe actuaban los corsarios de Nueva Granada y de Venezuela; pero los corsarios rioplatenses llegaron pronto al Pacífico, cubrieron el Atlántico, incluso el mar Caribe y poco después de la independencia, con la fragata La Argentina de Hipólito Bouchard, llegaría a todos los mares. Fue el más importante de la lucha contra España y se ejercitó en una zona amplia con gran eficacia.



El corso contra España se inició con carácter fluvial desde 1812, y marítimo desde 1815 en que se decretó la abolición del fluvial. Su mayor intensidad la tuvo entre 1816 y 1819.

Los dos grandes centros de actividades corsarias fueron Buenos Aires y la costa oriental de Estados Unidos, desde donde salían corsarios norteamericanos con patente y bandera de las Provincias Unidas. Hubo en toda la campaña unos 40 corsarios salidos de Buenos Aires y más de 30 norteamericanos. Las presas fueron más de 150, de las cuales 54 llegaron a Buenos Aires.

Entre los más destacados figuran el irlandés Guillermo Brown (el creador de la armada argentina), el norteamericano David Jewitt (quien entre otras acciones destacadas tomó posesión de las Islas Malvinas en nombre del gobierno de Buenos Aires en 1820) y el capitán  Hipólito Bouchard quien comando “La Argentina” en su vuelta al mundo y nos tomará otro capitulo para seguir con él.

Hubo una multitud de corsarios de diferentes nacionalidades que apenas balbuceaban el español y no habían pisado jamás el Río de la Plata, quienes sin embargo, salvo excepciones, se comportaron con honor y valor, por respeto al pabellón argentino.

El nombre de las Provincias Unidas del Río de la Plata llegó a sitios más remotos e insospechados, como las islas Hawaii, las lejanas costas californianas, las tierras de Centroamérica y en especial los Estados Unidos de Buenos Aires y Chile en el Caribe, que enarbolaron la enseña celeste y blanca como símbolo de libertad y dignidad humana.


CONTINUARA...

Enlaces:
http://dtunpoco.com.ar/un-poco-de-historia-los-corsarios-argentinos/
http://www.lsf.com.ar/libros/56/CORSARIOS-ARGENTINOS/
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¿Por qué las banderas de Centroamérica se parecen a la de Argentina? (VIDEO)

America, 05 de Mayo de 2013
Nota mdzol.com

  Los manuales escolares nos muestran que muchas de las banderas de los países de Centroamérica se parecen a la argentina. Todos, alguna vez, manifestamos nuestra sopresa o asombro y, tal vez, curiosidad. Pero lo que no nos contaron los manuales es que son tan parecidas porque, de alguna manera, llevan “el ADN” de la enseña creada por Belgrano.

El mérito es atribuible –según lo indican tanto historiadores argentinos como centroamericanos- a las andanzas de un militar y corsario francés aquerenciado en el Río de la Plata, Hipólito Bouchard, que les hizo la vida imposible a los últimos españoles que resistían a reconocer la independencia de aquellas tierras.

La historia, en mérito a su gesta, lo reconoce como “héroe”. Aunque depende desde donde se la cuente, como siempre, también están quienes recuerdan sus duras tropelías por California y en general, por la costa americana del Pacífico.

Digamos en su honor algunos datos relevantes más: fue segundo comandante de la flota armada argentina cuando recién se creó y realizó campañas bajo las órdenes del Alte. Guillermo Brown. Fue, además, granadero a caballo del Gral. José de San Martín y, en ese carácter, luchó en la batalla de San Lorenzo.

Las hazañas de Bouchard, "el pirata de la Patria", tal como le llama Felipe Pigna, merecerían una nota especial: "en las islas Hawai -cuenta precisamente el citado historiador- se entrevistó con el rey Kamehameha y firmó un tratado haciéndole reconocer la Independencia Argentina, proclamada por el Congreso de Tucumán. El rey hawaiano gobernaba las islas hacía treinta años y los viajeros lo llamaban el Napoleón de la Polinesia".


Una de piratas
La historia es, sintéticamente, ésta: la nave corsaria de Bouchard portaba los colores celeste y blanco que identificaban a las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Sus ataques desestabilizadores a los realistas apostados en tierras caribeñas produjeron como efecto colateral el triunfo de los independentistas. En agradecimiento se adoptó a los colores promovidos por el pirata franco – rioplatense como propios. Así los enarboló lo que denominaron primero (entre 1823 y 1839) Provincias Unidas de América Central y luego (1834), República Federal de Centroamérica.

Los colores fueron sufriendo interpretaciones diferentes y, a medida que las diferentes provincias fueron consiguiendo su independencia, constituyéndose en repúblicas, fueron adoptando sus propios emblemas, pero sobre la misma base.

VIDEO:

Las interpretaciones sobre los colores, en tanto, ha concitados tantos debates y opiniones como las que genera la enseña argentina: que los colores del cielo y la nieve de las altas cumbres, o el origen en alguna familia patricia española o bien, para el caso centroamericano, la representación de la tierra entre dos mares…

Y, finalmente, las naciones centroamericanas que adoptaron el celeste y blanco, como lo hizo la Argentina, son El Salvador, Honduras, Nicaragua y Guatemala. Costa Rica, por su parte, decidió que su enseña patria se inspiraría en la francesa.


Foto: Los independentistas centroamericanos levantan su enseña patria.
Fuentes consultadas: Elhistoriador.com, diario La Prensa (Nicaragua), Rolando Sierra (historiador hondureño).

Enlace:
http://www.mdzol.com/nota/53509/
http://www.stormfront.org/forum/t478089/
http://www.rebanadasderealidad.com.ar/fernando-08-10.htm

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Maureen Dunlop, una piloto argentina que hizo historia en la Segunda Guerra Mundial

05 de Noviembre 2012
Nota R.J.A.

Desconocida en nuestro país, fallecido a los 91 años el 29 de mayo 2012. Ella fue una del grupo de pioneras pilotos mujeres que volaron durante la 2da. Guerra Mundial (WWII), con la Air Transport Auxiliary (ATA), alcanzando la fama nacional como la chica de la portada, cuando un fotógrafo del Picture Post la fotografió al descender de un avión de Barracuda. 


La llegada de Maureen Dunlop a Inglaterra desde su hogar en la Argentina, coincidió con un enorme incremento en la producción de aviones, que llevó a una necesidad urgente de ampliar la casi exclusivamente masculina ATA - irreverentemente llamado "aviadores antiguos y cansados". Ya siendo una piloto calificada, se incorporó en abril de 1942, en un pequeño grupo de mujeres pilotos llegando ser un primer oficial de ATA.

La tarea de los pilotos de ATA era entregar aviones de las fábricas y unidades de mantenimiento a los escuadrones de la primera línea. Sólo durante la presentación en la madrugada se informaba a los pilotos qué tipo de aviones iban a volar y la pista de aterrizaje a la que se iría. La organización tenía su propio servicio de taxi aéreo, pilotado por los pilotos de ATA, para entregar o recoger los que se asignaba para transportar a un avión.

Inicialmente Maureen Dunlop voló con el 6 Ferry Pool en Ratcliffe cerca de Leicester, pero más tarde se trasladó a Hamble cerca de Southampton, que era un grupo de mujeres. Desde allí se entregaban a los escuadrones los Spitfires. En una ocasión, justo después del despegue, el pabellón de la carlinga voló - ella logró realizar un aterrizaje exitoso. En otro caso, el motor de su avión Argus falló y se vio obligada a aterrizar en un campo donde se descubrió que había un pistón roto.

Con todos los pilotos ATA volando los mismos tipos de avión y frente a los mismos riesgos, Sir Stafford Cripps dispuso que los pilotos de sexo femenino, debían recibir igual salario que sus colegas masculinos y este pequeño grupo de mujeres con razón, se consideraban pioneras de la igualdad entre los sexos.

Muchas, incluyendo a Maureen Dunlop, deseaba haber volado en combate, pero esto fue considerado un paso demasiado lejos y estaba prohibido. "Pensé que era lo justo", remarcó. "¿Por qué sólo se debe matar a los hombres?"




 

Ella fue una de 164 pilotos de sexo femenino y durante sus tres años con la ATA, voló 38 tipos diferentes de aviones, entre ellos el Typhoon, Spitfire, el Mustang y el bombardero Wellington. Sin embargo, cuando se le preguntó cual era su favorito, ella respondió de inmediato: "El Mosquito".

El ATA se había fundado en septiembre de 1939 por Gerard d'Erlanger, un banquero interesado en la aeronáutica y director de British Airways. Pero, con el fin de la guerra, fue disuelta del día a la noche. Sus 600 pilotos habían entregado 308.567 aviones y muchos sintieron que eran "Los pilotos olvidados". Maureen Dunlop fue uno de los pocos pilotos de sexo femenino que consiguieron un trabajo volando al salir de la ATA. 



Maureen Adel Chase Dunlop, nació el 26 de octubre de 1920 en Quilmes, cerca de Buenos Aires. Tenía doble nacionalidad, británica y argentina, a pesar de que fue educada en una escuela Inglesa en Buenos Aires por un corto tiempo, ella recibió la mayor parte de su educación por una institutriz.

Creció rodeado de animales, se convirtió en una experta amazona y con frecuencia galopaba junto a los trenes y saludaba a sus conductores al cruzar los vastos espacios de la Patagonia.

Durante unas vacaciones en Inglaterra en 1936 tomó clases de vuelo y luego cuando ella regresó a la Argentina, mintió sobre su año de nacimiento con el fin de poder legalmente continuar con su entrenamiento de vuelo.

Durante la Primera Guerra Mundial, su padre había viajado a Inglaterra para unirse al Ejército y con el estallido de la Segunda, Maureen no veía ninguna razón por qué no debería seguir su ejemplo. Por lo que  viajó a Inglaterra con su hermana, quien iba a trabajar para la BBC.

Después de la guerra, Maureen Dunlop calificó como instructor de vuelo en la RAF Luton antes de regresar a la Argentina, donde trabajó como piloto comercial. Dió instrucción y volo para la Fuerza Aérea Argentina, además de tener una asociación en una empresa de taxi aéreo, sin dejar de volar activamente hasta 1969.

Su otro gran amor era los caballos y ella estaba fascinada por los caballos árabes. Después de la guerra, compró su primer árabe y más tarde construyó un gran establecimiento de cría conocido como Stud Milla Lauquen.

En 1955 se casó con Serban Popp, un diplomático rumano retirado y en 1973 viajó a Inglaterra, donde compró una granja cerca de Norwich. Pronto descubrió que su permiso de conducir de la Segunda Guerra Mundial había caducado. A pesar que su licencia de piloto comercial estaba todavía en vigor, tenía que presentarse de nuevo a su examen de conducir británico. Sorprendió a sus hijos al tomarle cinco intentos de persuadir al examinador de Norwich que ella estaba en forma y capaz de conducir en las carreteras británicas. Se sorprendieron al pasar tan poco tiempo. Ella trabajó incansablemente con sus animales, realizando trabajo físico que hombres mucho más jóvenes consideraban agotador. Ella logró un conocimiento excepcional de los linajes árabes. 



Novela que la relata en parte su historia, esperemos que algún día llegue acá...

En 2003 Maureen Dunlop de Popp fue una de las tres mujeres pilotos de ATA que recibieron el premio Master Air Pilot del Gremio de Pilotos y navegantes de Aerolíneas.  Su marido murió en 2000 y le sobreviven su hijo e hija, una segunda hija falleció antes que ella. 

Maureen Dunlop de Popp, nació el 26 de octubre de 1920 y falleció el 29 de mayo 2012, digna historia para que se tenga en cuenta en nuestras aulas...


Adele Chase dunlop (26 de octubre de 1920-29 de mayo de 2012)
Dunlop, fue un piloto anglo-Argentino que voló para el british air transport auxiliar (ata) durante la segunda guerra mundial, y se convirtió en Notable como un pin-Up en la portada de la revista picture post.


Ya era un piloto calificado, se unió en abril de 1942, uno de un pequeño grupo de mujeres con pilotos, para ser un primer oficial. Ella era una de las 164 mujeres pilotos. La tarea de los pilotos ata era entregar aviones de fábricas y unidades de mantenimiento a escuadrones de primera línea.

Sólo durante la reunión matinal, los pilotos descubrieron qué tipo de avión iban a volar y a qué aeropuerto iban a ir. Ella dominó los controles de 28 diferentes tipos de aviones monomotor y 10 tipos de aviones multi-Motor, que también incluían el hawker typhoon, Hawker Tempest, avro anson, mustang, Bristol Blenheim y vickers wellington.

Sin embargo, cuando se le preguntó cuál era su favorito, respondió inmediatamente: " el mosquito " (su número de hoursflown es 800). Dunlop, al igual que muchas de sus compañeras femeninas, dijo que deseaba que pudiera haber volado en combate: " lo pensé Era la única cosa justa. Por qué sólo los hombres deben ser asesinados?" ella atravesó la guerra sin heridas, pero en una ocasión, justo después de que ella se había ido, la cabina explotó - hizo un aterrizaje exitoso. En otro, el motor de su avión argus falló y se vio obligada a aterrizar en un campo donde descubrió que un pistón se había roto.

Después de la guerra se clasificó en Inglaterra como instructor y, volviendo a Argentina, voló para la fuerza aérea argentina y enseñó a sus pilotos, así como a volar comercialmente.

En 1973 ella y su esposo, serban, un diplomático rumano retirado que conoció en una función de la embajada británica en buenos aires, regresó a Inglaterra, donde durante el resto de su vida, en una granja en norfolk, ella siguió su segundo amor, Crío caballos árabes.

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Allan Claudio Withington, un argentino veterano de dos guerras

17 de Febrero de 2013
Nota R.J.A. 
Fuente: Red Internet.

Allan Claudio Withington (Tito para los familiares y allegados), nació el 11 de noviembre de 1923 en Argentina, integró el escuadrón 625 con base en RAF Kelstern, Inglaterra. Ya adulto, dio lo suyo, para hacer nacer al Escuadrón Fénix del bando militar argentino en el conflicto del Atlantico Sur.

“Adolfo, grandes cariños desde Argentina” fueron las palabras dedicadas por Allan Claudio Withington a Hitler. Tras el volante de su avión Lancaster y sobre el final de la Segunda Guerra Mundial, fue la cabeza de una de las tantas estrategias de contraataque: al mando de su grupo lanzó un millar de tiras metálicas sobre la casa de Hitler con el fin de perturbar y despistar a los radares alemanes hasta saturarlos.

Cuarenta años después, Withington terminó utilizando esa misma estrategia enseñada por el bando de los aliados en contra de quien alguna vez fue su maestro, esta vez para despistar radares del enemigo inglés, en la guerra que se desenvolvió en las Islas Malvinas. El mensaje de Tito era otro: “En el campo se acostumbra a querer agarrar al toro por las bolas. Galtieri quiso agarrarlo todo y el toro se lo llevó puesto…”

Son unos pocos los sobrevivientes de la segunda guerra mundial, son muchos menos los que después de la guerra decidieron aterrizar y luchar por el suelo nacional en contra de aquellos que alguna vez fueron del propio equipo. Allan Claudio Withington (Tito para los familiares y allegados), nació el 11 de noviembre de 1923 e integró el escuadrón 625 con base en RAF Kelstern, Inglaterra. Ya adulto dio lo suyo para hacer nacer al Escuadrón Fénix perteneciente al bando militar argentino.

Allan Withington participó alternadamente para un bando y para el otro. Del lado inglés, su pasión por el aire lo motivó a ofrecerse como voluntario. Del lado argentino, defendió a su patria. Todavía no había cumplido 20 años de edad cuando se plantó frente a su familia con la idea que lo obsesionaba: volar. “Yo tengo que ir allá a pelear para los ingleses”, dijo en su casa antes de subirse a un barco carguero que zarpó desde Buenos Aires con carne y cereales destinados a saciar a una Gran Bretaña en guerra. Una verdadera pena que Hitler se haya volado la cabeza (o así cuenta la historia) sin saber del mensaje que este cordobés descendiente de ingleses tenía para darle.

 
Por iniciativa propia se dirigió a la embajada inglesa para enrolarse en el bando aliado. Como Tito, unos 3.000 argentinos no quisieron quedarse afuera de la historia y se ofrecieron como voluntarios en la Segunda Guerra Mundial. “En el barco se empezaba a sentir todo. Es más, como nadie sabia qué se iba a encontrar una vez estando en la guerra, alguien gritó “¡¡Submarino, submarino..!!”. Imaginate, todos nos asustamos hasta las patas. Pero resultó ser una ballena…”.

En el mismo barco conoció a Harold Hyland, otro argentino afiliado a la odisea de cruzar el océano para frenar a Hitler. Pero Harold tuvo menos suerte que Allan. A él le tocó llorar a Peter, el hermano que no volvió de la guerra. Allan terminó sumando a la hermana de Harold, Sheila, a su familia mujer a quien convirtió en la señora de Withington. Ellos fueron integrantes del Escuadrón Anglo Argentino 164 "Firmes Volamos", creado en 1942.


Allan se alistó en la Royal Air Force (RAF) de Londres y se entrenó con las fuerzas norteamericanas, donde recibió el adiestramiento necesario para manejar, controlar y manipular la tecnología aérea. “De paso recorrí todo el mundo. Así conoció Europa, el norte de África, Asia… Recorrí, no por placer, sino para buscar prisioneros. Supongo que no es lo mismo”. Durante la guerra cumplió la función de camuflar el escuadrón de aviones que seguía la cola de su avión. Al mando de su grupo, Tito era el encargado de soltar miles de papelitos metálicos que funcionaban como anzuelo y despiste. Estos papelitos eran captados por los radares alemanes que perdían toda precisión y exactitud al tomar las señales como si fueran las posiciones de los aviones atacantes.

Debido a que Withington nunca quiso aceptar la ciudadanía inglesa, una vez finalizada la guerra volvió a Argentina con el fin de mantener su trabajo como piloto. Así fue como de vuelta en el país trabajó en empresas nacionales como Aerolíneas Argentinas y Austral. Además de ser piloto de vuelo, Tito colaboró con las Fuerzas Aéreas Argentinas (FAA) donde participó como instructor de vuelo de viajes comerciales y de simulacros de emergencia.


Allan nunca fue un hombre que se fuera a quedar quieto. En 1978 decidió jubilarse para poder trabajar en el Banco de Italia, donde tuvo su primer contacto con los aviones que completaron esa pasión que fue incubando a través de los años. Gracias a ese trabajo, conoció a un pájaro del aire con plumas de metal, superior a cualquier otro que hubiese visto: los aviones Lear Jet, de increíble velocidad y tecnología. “Pasó a ser piloto de lujo, chofer de lujo. Trasladaba presidentes entre países y de paso entrenaba a otros pilotos que iban a trabajar con los Fortabat…”.

Pero en 1982, historia conocida: agresión Británica de por medio, Tito no pudo aplacar aquella iniciativa que en 1942 lo llevó a participar voluntariamente en la guerra. Así, vio nacer al Escuadrón Fénix como el ave que resurge de sus cenizas, el cual tuvo su Bautismo de fuego en el conflicto del Atlántico Sur durante la guerra de Malvinas. Tito fue uno de los tantos chicos que de trabajar medio tiempo como ninjas y defensores del universo se ofrecieron como voluntarios para combatir en la Segunda Guerra Mundial a favor de los aliados. Uno de los tantos que de ser jefes de familia, abogados, ingenieros, maridos, padres y esposos, cambiaron el proceso de ilusiones, aspecto, habilidades, ideas políticas, amores y pasiones para ser hombres que arriesgaron a dejar la fantasía de soldaditos de plomo para encarnarlos en sangre propia.

 Fue integrante del primer grupo de treinta aeronaves, pilotos y mecánicos aeronáuticos que se despacharon al Sur del País cubriendo las diferentes movilizaciones y despliegues implementados por la Fuerza Aérea. Al igual que en 1942, en esta ocasión tampoco dudó al momento de luchar en Malvinas. La ironía fue que, esta vez, el enemigo era aquel bando inglés al que alguna vez defendió. “No, bombas no tiró nunca. Vio morir a un compañero y prefirió ser la punta de su escuadra con el objetivo de despistar radares alemanes para lograr camuflar el ataque de los aviones. Lo mismo que había hecho en la segunda guerra…”, comentó Daniel Withington, uno de los 7 hijos de Tito. “Pero así como se les sumó sin chistar en el 43, en el 82 fue del bando de “el que no salta es un inglés”. En la Guerra de Malvinas se subió a un avión. Peleó con y en contra de Inglaterra. Voló un Learjet del por entonces Banco de Italia y podría haber argumentado algo para no ir pero donde iba el avión iba mi papá. Imaginate, si se fue a la guerra a los 18, a los 60 y pico no iba a ser menos. Le dieron un uniforme y no lo vimos por una semana.”

 Una vez iniciada la guerra en Malvinas, Allan se acercó a quien era su jefe en el Banco de Italia para pedir prestados los aviones con el fin de ser usados a favor del país argentino, debido a la amplitud del alcance de los radares. Con 59 años, se embarcaba al encuentro de lo que sería una guerra muy diferente a la jugada años atrás en suelo Europeo. “Los militares son unos pelotudos. No podíamos ganar, pero no podíamos dejar que mueran todos tan impunemente.”, dice Allan.

 La Fuerza Aérea Argentina, ante la necesidad de aumentar los volúmenes de carga y pasajeros a ser transportados a las Islas Malvinas, movilizó parcialmente medios aero-comerciales pertenecientes a Aerolíneas Argentinas y Austral. El otro componente fue compuesto por los miles de soldados que fueron enviados al suelo frío del sur para defender un país que participó en una guerra nacida de las falencias intestinas de un gobierno dictatorial en decadencia. Withington había conseguido uno de los tantos aviones civiles que simulaban aeronaves de combate en los radares de la Fuerza de Tareas Británica y que motivaban continuas alarmas e incursiones de parte de las Patrullas Aéreas de Combate (PAC). Muchas de las salidas de esta aeronave dentro del Escuadrón Fénix encubrieron exitosas misiones de combate que ocasionaron notorias pérdidas a las fuerzas expedicionarias inglesas en el marco de la Guerra de Malvinas.



 “Las aeronaves que fueron usadas contaban con múltiples ventajas: velocidad, excelente nivel de vuelo y mimetización ante la imposibilidad de ser discriminadas por los radares del enemigo… Pero él sabia la las pocas chances que había de ganarle a los ingleses. Allan había volado esos aviones y nos decía que íbamos a perder la guerra. Por eso lo tildamos de loco. Pero tenia razón, ese sistema bélico era insuperable”, comenta Susana, actual esposa de Daniel Withington.

 En el sur del país, Tito realizó tareas de retransmisión en vuelo, exploración y reconocimiento, búsqueda y salvamento, diversión (para confundir al enemigo y mantenerlo en alerta permanente) y guiado de escuadrillas de combate hasta las proximidades del objetivo. Pero la gran distancia desde el continente a las Malvinas imponía limitaciones para la operación de los aviones, por ello se seleccionaban las pistas próximas al archipiélago, estableciéndose las bases en Trelew, Comodoro. Rivadavia, San Julián, Santa Cruz, Río Gallegos y Río Grande. En la base ubicada en Río Gallegos, Allan dedicó sus actividades a practicar lo que el bando enemigo le había enseñado.

 Entre las tantas picardías que se podrían argumentar contra las fuerzas argentinas, Tito recuerda el hecho de que las aeronaves no se encontraban artilladas, de modo que las mismas se enfrentaban al enemigo sin la posibilidad de dar respuesta bélica alguna. Por lo tanto, la única alternativa con la que contaban los pilotos de vuelo constaba en quedar librados a su buena suerte y a las maniobras evasivas que pudieran realizar para evitar impactos mortales de la agresión de aviones SeaHarrier enemigos, misiles lanzados desde tierra o de las posiciones navales. Igual desventaja y pérdida de chances tenía lugar en caso de enfrentamiento y ello era así por el hecho de que estas aeronaves no contaban en ningún caso con la posibilidad de eyección o del lanzamiento en paracaídas de sus tripulantes.




Fue en el cielo donde encontró la fascinación de su vida pero fue ese mismo cielo bajo guerra el que le quitó la vida de uno de sus amigos. “No quise subir más. No quería saber más nada. Pero uno de los militares con mayor rango que el mío me puso un chumbo en la cabeza y me dijo: “o subís o te bajo yo”… Y yo no podía dejar a una familia con siete hijos”.

 Las ironías de la vida hicieron que veinte años después de la finalización de la guerra contra Gran Bretaña, Tito fuese condecorado por la Corona Inglesa por su voluntariosa participación en la segunda guerra mundial. Una emotiva ceremonia en la St. Clement Danes Church y otra en la residencia del embajador argentino sirvieron para rendir homenaje a los 754 voluntarios argentinos que se alistaron en las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial, de los cuales once asistieron al acto. Allí, la misma Reina hizo entrega de medallas y se presentó el libro “Alas de trueno”, de los autores bahienses Claudio Meunier y Oscar Rimondi y del pintor aeronáutico Carlos García.


 Hoy en día es difícil encontrar que alguien describa su pasaje por una guerra. Y Tito no es la excepción. Habiendo vivido dos guerras sufre las consecuencias del Alzheimer, enfermedad progresiva que le ataca el cerebro y genera como consecuencias limitaciones de la memoria, el razonamiento y el comportamiento. Desde el sillón no da más detalle que lo superficial de la guerra. El resto se lo guarda. Se dedica a coleccionar pingüinos y a sumergirse en una docena de pinturas que emulan los aviones y máquinas que disfrutó manejar en sus días de actividad como soldado. Quedan pocos de estos verdaderos pioneros de la aviación para quienes volar representó alguna vez la aventura.

 Fuente Chocolate y Canela: Allan Claudio Withington

 Recuerdo que cuando abrí el tópico sobre los ases argentino, hubo quien dijo que de argentino no tenían nada por defender los cielos de Gran Bretaña, creo que este es un verdadero ejemplo de cuando alguien hace algo con convicción no implica perder su amor a su patria.

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