Un chico llamado Marta...

Argentina 28 de Octubre de 2015
Nota: ropasucia.com

. -Atención- Contenido fuerte en el vocabulario y que puede dañar la susceptibilidad del lector. 

Mi viejo era un hijo de put..., de esos que no hay dos. Borracho, malo y cabrón, cascaba a mi vieja desde que la conoció para luego abandonarla cuando nací. 


El viejo de mierda lo único que hizo conmigo fue darme un nombre, Marta, al cual mi vieja accedió por miedo a que la caguen a trompadas.

Crecer en un barrio olvidado, sucio y pobre, de esos que se ponen marrones con la lluvia es duro, pero es más duro crecer en ese mismo barrio llamándose Marta. 

Aprendí a pegar más o menos al mismo tiempo que a caminar. Toda mi infancia acallé burlas y risas a piña limpia, para luego esconderme y llorar cuando nadie me veía.

No es fácil ser Marta, pero la gente es moldeable, especialmente mediante la violencia, con quince años hice evolucionar mi nombre de “Pegame y decime Marta”, a La Marta a “el Martita”, para terminar en “El Marta”, que a pesar de inspirar más respeto no evitó que rompiera unos cuantas cabezas después de ver sonrisas por lo bajo.

Crecí rápido, duro y malo, a puño, cuchillo y revolver hice mi camino, el correccional me esperaba a la vuelta de la esquina. No es fácil llamarse Marta en un correccional. En un baño con dos cuerpos sin vida en el piso, yo con la cara llena de lágrimas, la boca rota y una punta que chorreaba sangre en mis manos me prometí algo, me tenía que escapar, con un solo objetivo…buscar a mi padre, encontrarlo y matar a ese hijo de put...

La búsqueda no fue tarea tan ardua, por donde mi viejo había pasado había dejado un tendal de cagadas. Obrero de la construcción en Mendoza, cuatrero en San Luis y parecía que ahora traficaba electrónica entre Ciudad del Este y Puerto Iguazú.

En un hotel de mierda, entre cucarachas aspiré mis dos últimas líneas, afilé mi cuchillo y cargué mi revolver para enfilar al bar “El Dorado”, me senté en un rincón y me puse a esperar. Esperé y esperé, empecé a dormirme hasta que escuché una voz que me erizó la espalda, miré a la barra y ahí estaba, una cicatriz que le bajaba del pómulo a la comisura del labio como la que había visto una y otra vez en la única foto que conservaba mi vieja, lo único que le dejó además de moretones y un nombre de mierda para su hijo.

Me acerqué a la barra, me puse al lado de él, pedí una cerveza y lo miré, mis ojos se posaron en su cicatriz…”

-¿que mirás pendejo?  Rajá antes que te casque”… 

“yo que usted no trataría así a un desconocido, puede ser que le salga mal”…”

-¿Quién te crees pibe?¿vos quien sos?”…

”me llamo Marta, y vengo a matarte”…

Le di un botellazo en la sien, el viejo cayó al piso, saqué mi cuchillo y me lancé a rematarlo, el viejo puto alcanzó a agarrarme la mano y me pegó un cabezado en la nariz y después una patada en la rodilla, se me cayó el cuchillo, se abalanzó sobre mi, le pegué dos golpes con izquierda y luego un fuerte derechazo en la mandíbula, pegarle era como pegarla a una bolsa de cemento portland. 

Nos trenzamos, el viejo era fuerte como un toro, con el antebrazo sobre mi cuello me empezó a ahorcar, lo mordí, me soltó, le pegue un sillazo en la espalda, mandó su mano al bolsillo y ahí la vi, la culata inconfundible de una 9mm, el viejo era duro pero no veloz, yo saqué más rápido mi revolver y le apunté a la cabeza, con mi pulgar retrocedí el martillo…el viejo se paró lentamente, escupió sangre y sonrió…me miró a los ojos y me dijo...

-“Antes que me matés, te tengo que decir una cosa. Siempre fui una mala persona, no soy alguien que pudiera ser padre, por lo que decidí abandonarlos a vos y a tu vieja. Este es un mundo de mierda y la gente es mala, por lo que decidí llamarte Marta para que te hicieras duro o te murieras rápido, y sirvió, porque después de esta pelea veo que sos duro, duro como tu padre, un tipo capaz de ponerle Marta a su hijo.

-Ahora si querés dispará…lo entiendo”

Bajé mi arma, lo abracé y le dije “papá”...
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