Soy bombero y artista...
Argentina, 29 de Octubre 2015
Nota: anbariloche.com
23/8/15 Bariloche. -Lautaro habla y transmite energía positiva. Tiene síndrome de Down. Hace dos años se capacita en el Cuartel Central de Bomberos y ama pintar. Una admirable historia de vida con innumerables matices.
Está enfundado en un traje azul de bombero. Se lo puso exclusivamente para la entrevista. Lo luce con orgullo. No es una persona de risa fácil, pero sus ojos brillosos denotan felicidad. Dan a entender que la alegría es plena y espontánea. “¿Tiene flash esa cámara?”, le pregunta al fotógrafo, y si bien la respuesta es un “sí”, pide que se enciendan las luces del living de su casa, para asegurarse de que cada imagen salga reluciente, como su rostro. Finalmente se sienta y se dispone a dialogar con ANB junto a su mamá Mabel.
Lautaro Iglesias tiene síndrome de Down. Su vida es dinámica. Le gusta pintar, ir al gimnasio, practicar natación y desde hace dos años cursa en la Escuela de Capacitación del Cuartel Central de Bomberos. Le encanta escuchar música y ver películas. Es hincha de San Lorenzo.
“Las personas tienen accidentes y yo quiero ayudarlas”, destaca, con total naturalidad. Mabel lo interrumpe y, entre risas, confiesa: “Antes decía que solamente iba a rescatar a las chicas”.
Desde 2013, Lautaro -de 36 años- va todos los sábados de 14 a 18 a capacitarse en Bomberos Centro. Allí limpia las autobombas, ordena y participa de las clases teóricas y prácticas. Aprende primeros auxilios y actúa en simulacros de incendios y de diferentes accidentes.
Su incorporación al organismo no fue sencilla. “Durante tres años nos taladró el cerebro. ‘Quiero ser bombero, quiero ser bombero’, nos decía todos los días. Con mi marido lo llevamos a dos cuarteles de la ciudad para ver si podía sumarse y hacer algún tipo de tarea, pero no tuvimos éxito. Nos dolía, aunque entendíamos lo que pasaba, ya que hay mucho desconocimiento en la sociedad sobre las personas con síndrome de Down. La gente tiene miedo, porque no saben cómo tratarlos”, dice Mabel.
A la luz de los hechos, el deseo de “Lauti” parecía difícil de cumplirse. Las puertas se le cerraban en la cara, pero sin embargo seguía manteniendo su pasión por la actividad de los bomberos. La esperanza nunca la perdió. Y un día, de la forma menos pensada y como en un cuento de hadas, finalmente su sueño se hizo realidad.
En noviembre de 2013 se desarrolló en la plaza del Centro Cívico una importante competencia internacional de habilidades bomberiles de la que participaron casi 200 personas de Argentina y de otros países.
Se montó una imponente estructura en el lugar para que los competidores demuestren sus destrezas. Una de las tantas pruebas consistía en el rescate de un muñeco, para lo cual era necesario sortear variados obstáculos.
El evento comenzó un viernes y allí estaban firmes Mabel y Lautaro, quien seguía atento, casi cautivado, cada movimiento de los bomberos.
La propuesta tuvo continuidad el día siguiente y, como no podía ser de otra manera, también ambos estuvieron presentes, al igual que el domingo, el último día del certamen.
En la jornada final, el locutor agarró el micrófono y preguntó al público quién quería ser bombero por un día. “Cuando escuché eso levanté la mano bien alto”, remarca Lautaro, y repite el gesto que realizó en ese momento.
Junto a otro chico del público, también con síndrome de Down, se dispuso, exultante, a realizar uno de los ejercicios. Tenían que recorrer solamente una parte del circuito hasta llegar a donde estaba la manguera. Debían tocarla para dar por concluida la travesía.
“Cuando llegó al final, en lugar de hacer lo que le habían indicado, se cargó la manguera de 90 kilos al hombro e inmediatamente los bomberos salieron disparados para ayudarlo”, recuerda Mabel.
“No conforme con eso, como sabía de memoria el camino del circuito siguió haciéndolo y fue a rescatar a un muñeco de 80 kilos. Otra vez los bomberos tuvieron que ir a ayudarlo. Después, al terminar el ejercicio, todo el público lo aplaudió, asombrado. El locutor me llamó para que hable y yo tenía tanta emoción que no podía decir una sola palabra. Sólo lloraba. Luego de esa secuencia, vinieron las autoridades del Cuartel Central y me dijeron que Lauti podía empezar a ir a la Escuela de Capacitación”, cuenta Mabel, y su mirada se pierde, como intentando revivir esa jornada única que permanecerá en sus retinas para siempre.
“La gente del cuartel es piola. Charlo con ellos y me enseñan”, asegura Lautaro, y le da un buen sorbo a la taza de té. “Voy cuatro horas todos los sábados. La paso bien. Limpio las autobombas, formamos, hacemos el saludo y seguimos haciendo de todo”, explica, con felicidad.
Su madre, en tanto, aclara que “la capacitación es muy exigente”. “Son cuatro días por semana, pero Lauti va únicamente los sábados. Hay una parte teórica y otra práctica. Tienen entrenamientos, aprenden a usar las herramientas, participan de simulacros de accidentes. A veces mi hijo es la víctima y otras es el encargado del rescate. También le enseñan a manipular sustancias tóxicas. A los bomberos les sirve mucho tener a una persona como él porque, por ejemplo, se les puede presentar una situación en la que tienen que rescatar a alguien con discapacidad y quizás les resultaría difícil si no saben cómo tratarla”, indica la mujer.
- ¿Qué pensaste cuando te enteraste de que Lautaro había nacido con síndrome de Down?
- Cuando me lo dieron, lo puse en mis brazos y al mirarlo me di cuenta de que tenía el síndrome, principalmente por la forma de sus ojitos. Los médicos no me habían dicho nada, porque no se dieron cuenta. Al día siguiente le hicieron los estudios y corroboraron lo que suponía. Lo primero que pensé en ese momento fue que ese nenito tenía mucha suerte, porque sería criado por una familia que lo iba a estimular mucho, algo fundamental para estos chicos. Sabía que iba a ser artista.
“Tengo novia. Vive en Buenos Aires y se llama Eleonora”, confiesa Lautaro, en el medio de la charla. La conoció en la escuela, cuando iban a la primaria. “Me gustaba, pero lo que le dije (para conquistarla) es privado”, sostiene, dejando en claro que no revelará sus armas de seducción.
Lo que sí es posible saber es que la estrategia implementada funcionó, porque mantiene una relación con Eleonora hace más de 15 años. Al tiempo de conocerse, la joven se fue con sus padres a vivir a Buenos Aires y desde entonces el vínculo continúa a distancia. “Le mando mails y la llamo por teléfono”, cuenta Lautaro, quien concurre periódicamente desde 1995 a Cre-Arte, un centro educativo artístico para personas con discapacidad, dirigido por Luis Suero.
Allí cursa talleres de pintura, cerámica, música, plástica, murga, teatro, jardinería y carpintería, entre otros. También va al Gimnasio Municipal a trabajar con aparatos, y a natación.
“Yo soy artista y bombero”, subraya Lautaro, y exhibe un bello cuadro de su autoría. Ya en su habitación, muestra unas pequeñas autobombas de juguete, más cuadros, una foto en la que está con Eleonora y una medalla que le regaló un bombero. También toma una revista de Spider-Man. Pide que lo vayan fotografiando con cada objeto. Está contento.
Lautaro vive con Mabel y con su papá Néstor. Tiene dos hermanos -Nahuel y Ari- y una hermana -Ayelén-. “El domingo pasado comí un asado hecho en la parrilla que tenemos en el fondo. Yo hice el fuego”, cuenta.
Mientras, Mabel sigue enumerando los logros de Lautaro. “Hace unos años ganó un premio con un cuadro y viajó con Cre-Arte a Estados Unidos. La secundaria no la hizo pero terminó séptimo de manera excelente. Me emociona ver cómo se le cumplen todos los deseos. Te baja a tierra. Valora la vida. Cada día es una experiencia nueva.
- Lautaro, ¿sos feliz?
- Sí, soy muy feliz. (ANB)
http://www.anbariloche.com.ar/noticias/2015/08/23/49577-soy-bombero-y-artista
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Nota: anbariloche.com
23/8/15 Bariloche. -Lautaro habla y transmite energía positiva. Tiene síndrome de Down. Hace dos años se capacita en el Cuartel Central de Bomberos y ama pintar. Una admirable historia de vida con innumerables matices.
Está enfundado en un traje azul de bombero. Se lo puso exclusivamente para la entrevista. Lo luce con orgullo. No es una persona de risa fácil, pero sus ojos brillosos denotan felicidad. Dan a entender que la alegría es plena y espontánea. “¿Tiene flash esa cámara?”, le pregunta al fotógrafo, y si bien la respuesta es un “sí”, pide que se enciendan las luces del living de su casa, para asegurarse de que cada imagen salga reluciente, como su rostro. Finalmente se sienta y se dispone a dialogar con ANB junto a su mamá Mabel.
Lautaro Iglesias tiene síndrome de Down. Su vida es dinámica. Le gusta pintar, ir al gimnasio, practicar natación y desde hace dos años cursa en la Escuela de Capacitación del Cuartel Central de Bomberos. Le encanta escuchar música y ver películas. Es hincha de San Lorenzo.
“Las personas tienen accidentes y yo quiero ayudarlas”, destaca, con total naturalidad. Mabel lo interrumpe y, entre risas, confiesa: “Antes decía que solamente iba a rescatar a las chicas”.
Desde 2013, Lautaro -de 36 años- va todos los sábados de 14 a 18 a capacitarse en Bomberos Centro. Allí limpia las autobombas, ordena y participa de las clases teóricas y prácticas. Aprende primeros auxilios y actúa en simulacros de incendios y de diferentes accidentes.
Su incorporación al organismo no fue sencilla. “Durante tres años nos taladró el cerebro. ‘Quiero ser bombero, quiero ser bombero’, nos decía todos los días. Con mi marido lo llevamos a dos cuarteles de la ciudad para ver si podía sumarse y hacer algún tipo de tarea, pero no tuvimos éxito. Nos dolía, aunque entendíamos lo que pasaba, ya que hay mucho desconocimiento en la sociedad sobre las personas con síndrome de Down. La gente tiene miedo, porque no saben cómo tratarlos”, dice Mabel.
A la luz de los hechos, el deseo de “Lauti” parecía difícil de cumplirse. Las puertas se le cerraban en la cara, pero sin embargo seguía manteniendo su pasión por la actividad de los bomberos. La esperanza nunca la perdió. Y un día, de la forma menos pensada y como en un cuento de hadas, finalmente su sueño se hizo realidad.
En noviembre de 2013 se desarrolló en la plaza del Centro Cívico una importante competencia internacional de habilidades bomberiles de la que participaron casi 200 personas de Argentina y de otros países.
Se montó una imponente estructura en el lugar para que los competidores demuestren sus destrezas. Una de las tantas pruebas consistía en el rescate de un muñeco, para lo cual era necesario sortear variados obstáculos.
El evento comenzó un viernes y allí estaban firmes Mabel y Lautaro, quien seguía atento, casi cautivado, cada movimiento de los bomberos.
La propuesta tuvo continuidad el día siguiente y, como no podía ser de otra manera, también ambos estuvieron presentes, al igual que el domingo, el último día del certamen.
En la jornada final, el locutor agarró el micrófono y preguntó al público quién quería ser bombero por un día. “Cuando escuché eso levanté la mano bien alto”, remarca Lautaro, y repite el gesto que realizó en ese momento.
Junto a otro chico del público, también con síndrome de Down, se dispuso, exultante, a realizar uno de los ejercicios. Tenían que recorrer solamente una parte del circuito hasta llegar a donde estaba la manguera. Debían tocarla para dar por concluida la travesía.
“Cuando llegó al final, en lugar de hacer lo que le habían indicado, se cargó la manguera de 90 kilos al hombro e inmediatamente los bomberos salieron disparados para ayudarlo”, recuerda Mabel.
“No conforme con eso, como sabía de memoria el camino del circuito siguió haciéndolo y fue a rescatar a un muñeco de 80 kilos. Otra vez los bomberos tuvieron que ir a ayudarlo. Después, al terminar el ejercicio, todo el público lo aplaudió, asombrado. El locutor me llamó para que hable y yo tenía tanta emoción que no podía decir una sola palabra. Sólo lloraba. Luego de esa secuencia, vinieron las autoridades del Cuartel Central y me dijeron que Lauti podía empezar a ir a la Escuela de Capacitación”, cuenta Mabel, y su mirada se pierde, como intentando revivir esa jornada única que permanecerá en sus retinas para siempre.
“La gente del cuartel es piola. Charlo con ellos y me enseñan”, asegura Lautaro, y le da un buen sorbo a la taza de té. “Voy cuatro horas todos los sábados. La paso bien. Limpio las autobombas, formamos, hacemos el saludo y seguimos haciendo de todo”, explica, con felicidad.
Su madre, en tanto, aclara que “la capacitación es muy exigente”. “Son cuatro días por semana, pero Lauti va únicamente los sábados. Hay una parte teórica y otra práctica. Tienen entrenamientos, aprenden a usar las herramientas, participan de simulacros de accidentes. A veces mi hijo es la víctima y otras es el encargado del rescate. También le enseñan a manipular sustancias tóxicas. A los bomberos les sirve mucho tener a una persona como él porque, por ejemplo, se les puede presentar una situación en la que tienen que rescatar a alguien con discapacidad y quizás les resultaría difícil si no saben cómo tratarla”, indica la mujer.
- ¿Qué pensaste cuando te enteraste de que Lautaro había nacido con síndrome de Down?
- Cuando me lo dieron, lo puse en mis brazos y al mirarlo me di cuenta de que tenía el síndrome, principalmente por la forma de sus ojitos. Los médicos no me habían dicho nada, porque no se dieron cuenta. Al día siguiente le hicieron los estudios y corroboraron lo que suponía. Lo primero que pensé en ese momento fue que ese nenito tenía mucha suerte, porque sería criado por una familia que lo iba a estimular mucho, algo fundamental para estos chicos. Sabía que iba a ser artista.
“Tengo novia. Vive en Buenos Aires y se llama Eleonora”, confiesa Lautaro, en el medio de la charla. La conoció en la escuela, cuando iban a la primaria. “Me gustaba, pero lo que le dije (para conquistarla) es privado”, sostiene, dejando en claro que no revelará sus armas de seducción.
Lo que sí es posible saber es que la estrategia implementada funcionó, porque mantiene una relación con Eleonora hace más de 15 años. Al tiempo de conocerse, la joven se fue con sus padres a vivir a Buenos Aires y desde entonces el vínculo continúa a distancia. “Le mando mails y la llamo por teléfono”, cuenta Lautaro, quien concurre periódicamente desde 1995 a Cre-Arte, un centro educativo artístico para personas con discapacidad, dirigido por Luis Suero.
Allí cursa talleres de pintura, cerámica, música, plástica, murga, teatro, jardinería y carpintería, entre otros. También va al Gimnasio Municipal a trabajar con aparatos, y a natación.
“Yo soy artista y bombero”, subraya Lautaro, y exhibe un bello cuadro de su autoría. Ya en su habitación, muestra unas pequeñas autobombas de juguete, más cuadros, una foto en la que está con Eleonora y una medalla que le regaló un bombero. También toma una revista de Spider-Man. Pide que lo vayan fotografiando con cada objeto. Está contento.
Lautaro vive con Mabel y con su papá Néstor. Tiene dos hermanos -Nahuel y Ari- y una hermana -Ayelén-. “El domingo pasado comí un asado hecho en la parrilla que tenemos en el fondo. Yo hice el fuego”, cuenta.
Mientras, Mabel sigue enumerando los logros de Lautaro. “Hace unos años ganó un premio con un cuadro y viajó con Cre-Arte a Estados Unidos. La secundaria no la hizo pero terminó séptimo de manera excelente. Me emociona ver cómo se le cumplen todos los deseos. Te baja a tierra. Valora la vida. Cada día es una experiencia nueva.
- Lautaro, ¿sos feliz?
- Sí, soy muy feliz. (ANB)
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