Juan Bautista Vairoletto y las marcas del amor

Argentina, 06 de Noviembre de 2013
Diario UNO Mendoza

Hoy, en Crónicas Insólitas. El personaje histórico, mito y leyenda. Su vida se relaciona con la sangre y las balas, pero va más allá.



Es un aporte más a la confusión general. En el mejor de los casos servirá para generar alguna inquietud que impulse al lector a buscar una investigación más rigurosa, antes de que esta página envuelva huevos o prenda la leñita para el asado. Si eso ocurre, esto tendrá sentido. Si no, ojalá que al menos haya buena llama. Cualquiera sea su destino la figura de Juan Bautista Vairoletto (el que escribe elegirá esta opción), Bairoletto o Vairoleto, y sobre todo su mito bien lo merece. Ya se sabe: algunos lo consideran una figura venerable y otros un simple delincuente, pero eso es responsabilidad de cada quien.

Hay pocas coincidencias y muchas versiones distintas en todo lo que se ha escrito sobre él. Todos están de acuerdo en que nació el 11 de noviembre de 1894 en Santa Fe y que murió el 14 de setiembre de 1941 en Carmensa, General Alvear. También acuerdan en que gran parte de su niñez y adolescencia la pasó con sus padres y sus cinco hermanos en la zona de Castex, en La Pampa. La gran mayoría también coincide en que no murió acribillado por la policía mendocina, como contó la versión oficial, sino que Vairoletto decidió quitarse la vida con un disparo en la cabeza, al verse rodeado y que los “milicos” sólo balearon lo que ya era un cuerpo inerme. Así lo contó su viuda, Telma Ceballos, cuando fue entrevistada por UNO a principios de este año, cuando cumplió 100 años.

Repasaremos aquí algunos de los más pintorescos segmentos de la vida de este hombre más bien menudo, cutis blanco, pero curtido, y ojos claros, como herencia de su origen italiano. Siendo niño, inteligente e inquieto, abandonó la escuela primaria para ayudar a la economía familiar y su madre murió siendo él un adolescente. De adulto se le adjudicó la autoría de la mayoría de los delitos resonantes que se cometían en gran parte de la Pampa Húmeda y Cuyo. 

Siempre la historia oficial se contrapuso con la relatada de boca en boca. 

Aquella decía que era un cruel ladrón y asesino. Esta aseguraba que era bueno, justo y que robaba a los potentados en beneficio de los más necesitados.

Su historia (o su mito) no comienza con un episodio relacionado con la codicia y un robo de dinero, sino con el arrebato de un amor, como corresponde a toda buena historia.

Fue en noviembre de 1919
Juan era un hombre de buen aspecto, buen bailarín y guitarrero. Era habitante de la noche y solía frecuentar algunos burdeles de Castex. En uno de ellos conoció a Dora, una bella meretriz que lo conquistó. Como él, la chica era alegre y bailaba maravillosamente. Juan la buscaba constantemente, porque ella era lo más parecido a la felicidad.


Cierta noche el Turco Farach, un cabo de la policía pampeana, los vio juntos. El hombre fue consumido por los celos, ya que también deseaba a Dora y ella no le había correspondido. El “milico” se acercó a la mesa de la pareja y amenazó a Juan, diciéndole que debía dejarla. Vairoletto lo ignoró rotundamente esa noche y otras más, hasta que un día Farach lo llevó detenido a la comisaría, con cualquier excusa.

El policía lo encerró en un calabozo y salió a buscar a Dora, a quien llevó a la comisaría. Allí obligó a Juan a desnudarse frente a Dora y lo molió a golpes y a talerazos. Lo liberó después de advertirle que no se vuelva a acercar a la muchacha y que abandone el pueblo.

Vairoletto se recluyó unos días y Farach creyó que ya no lo vería más, pero eso sólo duró hasta que Juan curó sus heridas. Al poco tiempo, volvió a visitar a Dora, como si tal cosa. La gente de Castex ya sabía del episodio en la comisaría e intuía que la presencia de Juan en el pueblo terminaría mal. Así fue.

Esta vez el joven amante estaba armado y bien montado.

El mediodía del 4 de noviembre de 1919 Juan Bautista Vairoletto almorzaba en la fonda La Colonia junto con un amigo. En eso apareció el cabo y quiso arrestarlo, pero esta vez Juan no atendió la orden y salió del local en busca de su caballo. Farach le dio alcance y lo comenzó a golpear. Juan sacó un trabuco de entre sus ropas y le disparó. El policía cayó con un disparo mortal en el cuello. Vairoletto montó su zaino y escapó por primera vez.

El 12 de diciembre de ese año murió su padre, Vittorio Vairoletto, y la policía se aprestó para tenderle una emboscada a Juan, suponiendo que iría al sepelio, pero no lo encontraron, pese a la vigilancia de la casa familiar, durante toda la ceremonia. La leyenda dice que Juan estuvo allí, disfrazado de mujer y con dos niños en brazos.

Recién en abril del año próximo el fugitivo se entregó voluntariamente. Durante esos meses ya le habían adjudicado la autoría de varios delitos.

El 1 de julio de 1921 recuperó la libertad. La historia rescata lo que dijo el fiscal de esa causa: “La actitud de Juan Bautista Vairoletto se puede considerar como una reacción lógica, dado los abusos que venía sufriendo desde hacía un largo tiempo, y más si se tiene en cuenta la edad del procesado”. Y retira la acusación.

Si bien su vida fue un derrotero de sangre y fuego, los hitos no están marcados por la violencia, sino por el amor. Así como el 4 de noviembre del ’19 su historia se comenzó a mezclar con la leyenda por obra y gracia de una mujer, así también la presencia femenina fue clave en su final, el 14 de setiembre del ’41.

Juan vivía en Carmensa con su mujer, Telma Ceballos, y sus dos hijas, Juana y Elsa. La noche del 13, un número que se había hecho tatuar junto con sus iniciales, “Juan estaba enfermo, se sentía mal, tenía tos y fiebre, y se acostó”, contó la viuda hace un tiempo a la periodista Carina Luz Pérez. “En la madrugada hubo un tiroteo muy grande, eran como 20 policías de Mendoza los que fueron a agarrarlo. Él se dio cuenta de que nos iban a matar a todas, entonces se suicidó con un tiro en la cara, él quería protegernos”, dijo Telma.

Durante años su familia ocultó el apellido Vairoletto, ya que temía ser perseguida. Sus hijas recién comenzaron a utilizarlo muchos años después, cuando ya la vida de Juan Bautista era una de las historias populares más poderosas del país.

Ahora, lector, es conveniente que arrugue esta hoja y comience el fuego. Hay que darle tiempo a la leña para que se haga buena brasa. Después del asado y luego de la siesta, vaya y busque. Seguro encontrará algún texto que le cuente más y mejor.

Enlace:
http://www.diariouno.com.ar/mendoza/Juan-Bautista-Vairoletto-y-las-marcas-del-amor-20130930-0073.html

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