En los cadáveres también hay vida: cuando los insectos ayudan a resolver crímenes

29 de Octubre de 2012
Diario mdzol.com
 Fernando Aballay es uno de los pocos investigadores en el país que se dedica a la entomología forense. Esta ciencia estudia los insectos atraídos por los cuerpos en descomposición y permite determinar el tiempo de fallecimiento y si fue trasladado de lugar.

Trabaja en uno de los laboratorios del Iadiza, donde analiza muestras a pedido del Cuerpo Médico Forense.

Fernando Aballay hace un trabajo que muy pocos harían. Es un estudioso de la fauna cadavérica, es decir de los insectos que son atraídos por los cuerpos en descomposición y a los que convierten en su hábitat. Esto le permite contribuir con la investigación de crímenes o muertes dudosas, ya que determina el tiempo de fallecimiento y si el cadáver fue trasladado de lugar.

Este doctor en Ciencias Básicas y Aplicadas y becario del Conicet es uno de los pocos investigadores en el país que se dedica a la entomología forense, una rama poco desarrollada.

Aballay estudia las muestras que toma a pedido del Cuerpo Médico Forense en el Laboratorio de Entomología del Instituto Argentino de Zonas Áridas (Iadiza), ubicado en el CCT Conicet Mendoza. Ahí no sólo cuenta con la aparatología que necesita, sino con colecciones de insectos y con expertos en cada uno de ellos, que lo ayudan a determinar sus ciclos de vida.
 

El Cuerpo Médico Forense solicita la intervención del especialista.
El investigador sonríe cuando escucha una pregunta que seguramente le hicieron cientos de veces: por qué se dedicó a la entomología forense. Respondió que siempre le gustaron los insectos, pero que buscó la forma de que su trabajo tenga una aplicación inmediata y una utilidad para la sociedad.

Fue así que en su San Juan natal se recibió de licenciado en Biología e hizo su tesis en entomología forense. Para concretar el doctorado realizó en Mendoza una investigación que le llevó cinco años y que proporcionó información básica sobre los ciclos de la fauna cadavérica en ambientes áridos.
Aballay reconoce que el trabajo con el cuerpo en descomposición no es fácil y que los estudios  posteriores no son más simple. La fauna cadavérica incluye unas 30 familias de insectos, cada una se divide en géneros y luego en especies, es decir que el campo de estudio es muy amplio.


El caso Carrasco
Los primeros antecedentes relevantes en el país relacionados con la entomología forense datan de la década del ’90 y a partir de ahí esta ciencia se desarrolló, aunque a paso lento.
La doctora en Ciencias Biológicas, Adriana Oliva, participó en la investigación del crimen del soldado Omar Carrasco, asesinado en marzo de 1994 mientras cumplía con el servicio militar en el destacamento de Zapala. Sus aportes permitieron establecer que el cuerpo del joven, que fue hallado en medio del campo, en realidad había estado escondido en el cuartel y luego fue trasladado.


El aporte de la investigadora Adriana Oliva fue clave para el caso Carrasco.
A partir de ahí, algunas provincias prestaron atención a esta ciencia y los fiscales pidieron la colaboración de estos expertos.

En Mendoza, el Cuerpo Médico Forense solicita los servicios de Aballay sólo cuando un cuerpo presenta fauna cadavérica o la muerte es dudosa. Aunque por el número de casos, no considera necesario incluir un especialista en esta materia en su planta.

Recolección de muestras y análisis
Cuando solicitan sus servicios, Aballay llega el lugar donde encontraron el cadáver y recolecta muestras de los insectos. Luego, en el laboratorio, utiliza algunas para analizar el tiempo de desarrollo del animal y el resto se cría en cámara, ya que existe un vacío de información sobre los estadios inmaduros.

El investigador también debe hacer una especie de fotografía del lugar donde encontró el cadáver, es decir la temperatura del cuerpo, la del ambiente, si estaba al sol o la sombra y la época del año, para reproducir eso durante la cría en cámara.


Aballay estudia el ciclo de vida de lo que se denomina fauna cadavérica.
Pero para dar un informe no sólo debe tener en cuenta el ciclo del insecto, sino que tiene que  analizar cientos de variables que pueden alterar la descomposición. Por ejemplo, la temperatura, la estación del año, si es una zona húmeda o árida, urbana o rural, si el cuerpo estaba al sol o a la sombra, entre otras cientos.

El objetivo del investigador es determinar lo que se denomina intervalo post mortem, que es el tiempo transcurrido desde la muerte hasta el descubrimiento del cadáver. Este tiempo es estimado a través del desarrollo de las larvas.

Aballay explicó que el cuerpo es un recurso alimenticio disponible que colonizan insectos, como por ejemplo las moscas que se desarrollan hasta su vida adulta; a la que se suma otra fauna.

El investigador explicó que si bien esta rama de la ciencia ha tenido avances, aún falta mucho por investigar, porque existen vacíos de información, por ejemplo de cómo se produce la descomposición y los ciclos de los insectos en altura.
Con la intención de reducir el vacío de información existente, Aballay realiza experimentos con cerdos, ya que se pueden extrapolar al ser humano, por tener la misma relación grasa-carne.

Estos estudios le permitieron avances significativos como aumentar el número de especies que pueden afectar a un cadáver en zonas áridas, que pasó de 40 a 190. Pese a esto, el investigador en entomología forense recalcó que aún falta mucho por estudiar, en una rama a la que no muchas personas se dedicarían.

Enlace:
http://www.mdzol.com/mdz/nota/429477-en-los-cadaveres-tambien-hay-vida-cuando-los-insectos-ayudan-a-resolver-crimenes/

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