Los terremotos no matan, las construcciones de Nepal sí
30 de Junio de 2015
ipsnoticias.net
13/07/2015 -KATMANDÚ- Chiute Tamang cultivaba su campo en Nepal cuando se produjo el terremoto el 25 de abril. El hombre de 70 años se aferró a un árbol. Su esposa e hija salieron corriendo de su casa. En un abrir y cerrar de ojos, la vivienda se convirtió en un montón de escombros.
“Los terremotos no matan, las construcciones lo hacen”. El dicho popular se había confirmado en Nepal. Casi todas las víctimas del terremoto que afectó a este país del sur de Asia quedaron enterradas por los escombros de sus casas, construidas por albañiles sin la debida formación y hechas de piedras apenas pegadas con barro.
Ese tipo de construcción es muy popular por ser la más barata. Las piedras y el barro son gratuitos, mientras que los ladrillos y el cemento hay que pagarlos.
En Ramche, el pueblo de Chiute, ubicado 38 kilómetros al noroeste de Katmandú, 168 de las 181 casas de la localidad ya no son habitables.
Según el último informe oficial, el sismo dañó 607.212 construcciones, 63 por ciento de ellas en zonas donde viven los tamangs, el mayor y más pobre de los grupos étnicos que hablan tibetano-birmano en la región del Himalaya, aunque sus 1,35 millones de personas apenas superen el cinco por ciento de los aproximadamente 27 millones de habitantes de Nepal.
Podría decirse que los terremotos no matan, la inequidad lo hace, ya que de las 8.844 personas que murieron en el desastre, 3.012 eran tamangs. Más de 50 por ciento de las víctimas pertenecían a comunidades marginadas, y más de la mitad eran mujeres.
Ramche es un pueblo tamang. Algunos de sus residentes poseen pequeñas parcelas de tierra en las que cultivan maíz y papas diminutas, pero las cosechas solo alcanzan para alimentar a las familias de los agricultores durante dos o tres meses. El resto del año viven gracias a que venden su mano de obra.
Los habitantes de Ramche son muy pobres. Si se les pregunta el motivo, responden que sus padres eran pobres, igual que los padres de sus padres. Ellos lo aceptan como un hecho del destino y no se sienten discriminados, lo cual revela hasta qué punto la desigualdad está incorporada al tejido social, como consecuencia de una explotación concertada durante siglos.
Esta tribu de las alturas siempre fue una reserva de mano de obra para los gobernantes de Katmandú. En el pasado, los tamangs no podían trabajar en la administración del gobierno o en el ejército. Incluso hoy en día tienen poca representación en la jerarquía superior de las fuerzas armadas o la policía, así como en los asuntos nacionales del país.
El hecho de ser budistas no protegió a los tamangs del sistema de castas evolucionado por los hindúes en el poder que pertenecen a las élites “bien nacidas” de los brahmanes, chhetris y newars, que desprecian a los tamangs.
La necesidad económica incrementó la afluencia de campesinos indigentes al mercado de trabajo de Katmandú, donde ocupan la mitad de los puestos de porteros y conducen la mayoría de los taxis de la capital.
Encuestas realizadas en las cárceles del país revelaron que un alto porcentaje de tamangs, superior a su proporción en la población en general, están tras las rejas por cometer delitos.
Los tamangs nunca han dependido de la ayuda de los gobiernos, y esta vez no es diferente. Tras el terremoto, los residentes de Ramche se ayudaron unos a otros, cocinaron sus alimentos en forma colectiva y se dieron la mano para salir de los escombros. Con un poco de asistencia de las organizaciones no gubernamentales (ONG), pusieron la situación bajo control.
Una semana después del desastre, los residentes de Ramche recibieron mantas, lonas y mosquiteros financiados por la Dirección General de Ayuda Humanitaria y Protección Civil de la Unión Europea (UE).
Ahora, el pueblo entero hace fila en el cuartel donde Adra, una ONG nepalesa, entrega grandes recipientes de agua con el logotipo azul de la UE y “kits sanitarios” con tubos de pasta de dientes, cepillos de dientes, pastillas para purificar el agua, toallas sanitarias y pastillas anticonceptivas. Una joven activista explica incansablemente a los aldeanos cómo utilizar estos elementos.
Tras perder su vivienda, la familia de Chiute Tamang pasó los primeros tres días en un endeble refugio, que improvisaron con trozos de madera y una carpa de lona, a donde se trasladaron junto con sus cabras, su propiedad más valiosa. El ganado no puede dejarse a la intemperie por la noche, ya que podría ser presa de tigres o leopardos, explicó Chiute.
Después, Chiute pidió prestado algo de dinero, compró materiales y, con la ayuda de sus vecinos, construyó una vivienda para él, su esposa, su hija menor y su yerno.
La cabaña tiene una sola habitación, hecha de un armazón de madera recubierto de chapa y con el suelo cubierto de hule. Está equipada con camas sencillas, armarios y una cocina a gas.
“Aunque se derrumbe, en el peor de los casos quedaríamos atrapados bajo la chapa y no bajo las piedras”, comentó Chiute.
La construcción llevó dos semanas, porque la madera se trajo desde lejos. Cuando la casa estuvo en pie, el gobierno finalmente envió algo de ayuda. Toda familia nepalesa que perdió su vivienda tiene derecho a un préstamo de 150 dólares. Chiute tendría que pagar la mitad del mismo y el resto le sería condonado.
Otro aldeano de Ramche, Deepak Bhutel, recibió 1.800 dólares, pero eso porque fue menos afortunado. Su esposa y su hija de 18 meses perdieron la vida bajo los escombros de su casa de piedra.
Esa cantidad alcanzaría para comprar una casa sólida, con probabilidades de sobrevivir a un terremoto futuro, pero Deepak, junto con la única hija que le queda, dice que él también va a terminar viviendo en una cabaña recubierta de chapa. Como pasó necesidad toda su vida, no quiere gastar todo el dinero en una vivienda, explicó.
Solo el tiempo dirá si, en el proceso de planificar la reconstrucción de Nepal, el gobierno aprovechará la oportunidad para descubrir por qué los tamangs son tan vulnerables a los desastres naturales y qué se puede hacer para protegerlos de futuras calamidades.
Editado por Phil Harris / Traducido por Álvaro Queiruga
Enlace:
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13/07/2015 -KATMANDÚ- Chiute Tamang cultivaba su campo en Nepal cuando se produjo el terremoto el 25 de abril. El hombre de 70 años se aferró a un árbol. Su esposa e hija salieron corriendo de su casa. En un abrir y cerrar de ojos, la vivienda se convirtió en un montón de escombros.
Y ellos tuvieron suerte. |
Solo el tiempo dirá si, en el proceso de planificar la reconstrucción de Nepal, el gobierno aprovechará la oportunidad para descubrir por qué los tamangs son tan vulnerables a los desastres naturales y qué se puede hacer para protegerlos de futuras calamidades.
En Ramche, el pueblo de Chiute, ubicado 38 kilómetros al noroeste de Katmandú, 168 de las 181 casas de la localidad ya no son habitables.
Según el último informe oficial, el sismo dañó 607.212 construcciones, 63 por ciento de ellas en zonas donde viven los tamangs, el mayor y más pobre de los grupos étnicos que hablan tibetano-birmano en la región del Himalaya, aunque sus 1,35 millones de personas apenas superen el cinco por ciento de los aproximadamente 27 millones de habitantes de Nepal.
Podría decirse que los terremotos no matan, la inequidad lo hace, ya que de las 8.844 personas que murieron en el desastre, 3.012 eran tamangs. Más de 50 por ciento de las víctimas pertenecían a comunidades marginadas, y más de la mitad eran mujeres.
Ramche es un pueblo tamang. Algunos de sus residentes poseen pequeñas parcelas de tierra en las que cultivan maíz y papas diminutas, pero las cosechas solo alcanzan para alimentar a las familias de los agricultores durante dos o tres meses. El resto del año viven gracias a que venden su mano de obra.
Los habitantes de Ramche son muy pobres. Si se les pregunta el motivo, responden que sus padres eran pobres, igual que los padres de sus padres. Ellos lo aceptan como un hecho del destino y no se sienten discriminados, lo cual revela hasta qué punto la desigualdad está incorporada al tejido social, como consecuencia de una explotación concertada durante siglos.
Esta tribu de las alturas siempre fue una reserva de mano de obra para los gobernantes de Katmandú. En el pasado, los tamangs no podían trabajar en la administración del gobierno o en el ejército. Incluso hoy en día tienen poca representación en la jerarquía superior de las fuerzas armadas o la policía, así como en los asuntos nacionales del país.
El hecho de ser budistas no protegió a los tamangs del sistema de castas evolucionado por los hindúes en el poder que pertenecen a las élites “bien nacidas” de los brahmanes, chhetris y newars, que desprecian a los tamangs.
La necesidad económica incrementó la afluencia de campesinos indigentes al mercado de trabajo de Katmandú, donde ocupan la mitad de los puestos de porteros y conducen la mayoría de los taxis de la capital.
Encuestas realizadas en las cárceles del país revelaron que un alto porcentaje de tamangs, superior a su proporción en la población en general, están tras las rejas por cometer delitos.
Los tamangs nunca han dependido de la ayuda de los gobiernos, y esta vez no es diferente. Tras el terremoto, los residentes de Ramche se ayudaron unos a otros, cocinaron sus alimentos en forma colectiva y se dieron la mano para salir de los escombros. Con un poco de asistencia de las organizaciones no gubernamentales (ONG), pusieron la situación bajo control.
Una semana después del desastre, los residentes de Ramche recibieron mantas, lonas y mosquiteros financiados por la Dirección General de Ayuda Humanitaria y Protección Civil de la Unión Europea (UE).
Ahora, el pueblo entero hace fila en el cuartel donde Adra, una ONG nepalesa, entrega grandes recipientes de agua con el logotipo azul de la UE y “kits sanitarios” con tubos de pasta de dientes, cepillos de dientes, pastillas para purificar el agua, toallas sanitarias y pastillas anticonceptivas. Una joven activista explica incansablemente a los aldeanos cómo utilizar estos elementos.
Tras perder su vivienda, la familia de Chiute Tamang pasó los primeros tres días en un endeble refugio, que improvisaron con trozos de madera y una carpa de lona, a donde se trasladaron junto con sus cabras, su propiedad más valiosa. El ganado no puede dejarse a la intemperie por la noche, ya que podría ser presa de tigres o leopardos, explicó Chiute.
Después, Chiute pidió prestado algo de dinero, compró materiales y, con la ayuda de sus vecinos, construyó una vivienda para él, su esposa, su hija menor y su yerno.
La cabaña tiene una sola habitación, hecha de un armazón de madera recubierto de chapa y con el suelo cubierto de hule. Está equipada con camas sencillas, armarios y una cocina a gas.
“Aunque se derrumbe, en el peor de los casos quedaríamos atrapados bajo la chapa y no bajo las piedras”, comentó Chiute.
La construcción llevó dos semanas, porque la madera se trajo desde lejos. Cuando la casa estuvo en pie, el gobierno finalmente envió algo de ayuda. Toda familia nepalesa que perdió su vivienda tiene derecho a un préstamo de 150 dólares. Chiute tendría que pagar la mitad del mismo y el resto le sería condonado.
Otro aldeano de Ramche, Deepak Bhutel, recibió 1.800 dólares, pero eso porque fue menos afortunado. Su esposa y su hija de 18 meses perdieron la vida bajo los escombros de su casa de piedra.
Esa cantidad alcanzaría para comprar una casa sólida, con probabilidades de sobrevivir a un terremoto futuro, pero Deepak, junto con la única hija que le queda, dice que él también va a terminar viviendo en una cabaña recubierta de chapa. Como pasó necesidad toda su vida, no quiere gastar todo el dinero en una vivienda, explicó.
Solo el tiempo dirá si, en el proceso de planificar la reconstrucción de Nepal, el gobierno aprovechará la oportunidad para descubrir por qué los tamangs son tan vulnerables a los desastres naturales y qué se puede hacer para protegerlos de futuras calamidades.
Editado por Phil Harris / Traducido por Álvaro Queiruga
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