La peor noticia que podes sufrir en Chile de vacaciones
17 de Octubre de 2012
Diario mdz.com
El Dr. Bomur nos deja otra de sus épicas anécdotas escatológicas... esta vez sobre Chile y la falta de bidets.
Así como Junio es sinónimo de angustia en mi calendario, Septiembre alegría a los ojos por las falditas y topcitos de las féminas, Diciembre fiestas, Enero es vacaciones propiamente dichas. Debo reconocer que recién a partir del año que viene me voy a empezar a tomar vacaciones en Julio, por lo que mis Eneros han sido ansiados durante once meses cada año. Luego de esta espera infernal, casi tan letárgica como la agonía de un cachorrito atropellado por un bondi, llegó el bendito Enero, como ese respiro del alma, como esa lluvia perfumada que nos baña la vida, como los primeros cuatro meses del noviazgo, como los escasos segundos del orgasmo. ¡Llegó Enero papa! ¡A apagar los celulares laborales, dejar mensajes de contestaciones automáticas en los emails y colgar toda actividad física de rutina por los próximos veinte días se ha dicho!
¿Y cuales
eran los planes para ese verano? Los mejores que había tenido hasta
ahora. Iba a pasar la primer quincena con la familia de mi novia en
Chile y la segunda con mis amados amigos en Carlos Paz, un enero de
locos, era lo mejor que me habías pasado en la vida desde que Papá Noel
me trajo el Turbo de los Rambos. Primer quincena de relax, comida rica,
romanticismo y tardes de sol en un país desconocido para mí, nuevo,
inquietante y virgen de Bomur. Segunda quincena en la meca de la
partuza, el fernet y el cuarteto. Tierra dotada de la mejor onda del
planeta, con la mejor gente, el mejor clima y las mejores historias que
una persona puede vivir. Córdoba te amo con toda mi alma y cuando me
case no vuelvo nunca más a Carlos Paz, porque “al lugar donde has sido
feliz no debieras tratar de volver”.
El tema es
que los retorcijones se estaban haciendo insoportables, y como me da
vergüenza cagarme enfrente de mi novia (menos frente a sus hermanas que
venían conmigo en el auto), no tenía más excusas para bajar del auto a
disipar ventosidades en los aires andinos. Pasadas dieciocho mil horas
de espera, el funesto episodio terminó y pudimos pasar el bendito túnel
internacional. Los retorcijones y las ganas de estallar un inodoro no
acabaron, así que no probé bocado hasta llegar a Reñaca.
En Reñaca
viven amigos de la familia de mi novia, los que nos habían prestado un
departamento muy copado en pleno centro y los que se habían organizado
para venir desde Santiago esa misma noche a visitarnos, en una especie
de bienvenida. Yo era la primera vez que visitaba tan hermoso lugar como
Reñaca y tan groso departamento como aquel. ¡Manso baño debe de tener!
Pensé.
Así como ese minón que te levantaste que al cabo de dos años no le aflojó a los postres ni un segundo y hoy es un 1114 con acoplado, así como ese libro que te atrapó hasta el penúltimo capítulo para acabar de la manera más sosa, así como ese tres a uno que faltando cinco minutos terminó en empate, así como fundir un cero kilómetro y no tener plata para arreglarlo, así fue mi desilusión y mi angustia cuando vi que a este baño le faltaba algo. No le faltaba algo choto, como un espejo o una canilla, no le faltaba algo banal, como la cortina el desagüe del medio, no le faltaba algo inútil como el tachito de basura o el canastito de revistas Rumbos… le faltaba algo crucial, algo fundamental, le faltaba lo que diferencia el baño de un bar, de un boliche, del baño de tu casa, le faltaba el motivo por el cual no voy a cagar a ningún lado que no sea mi casa, le faltaba… le faltaba el bidet.
Salí endemoniado del baño, mi novia me miró con cara extraña, mezclada con incertidumbre, duda y rencor…
¿Esa eran las ganas que tenías de ir al baño? ¡Todo el viaje con cara de orto por una cagadita de conejo!
Srta. Bomur…
¿Qué pasó?
(se había dado cuenta de que algo había salido mal)… Te… estemmmm…
(recordó el episodio de la tarta de porotos con queso – clic acá para leerla)
¡No!, no me cague…
¿Y entonces?
El baño…
¿El baño que? ¿Esta sucio? A ver que lo limpio ya…
No, no está sucio…
¿Qué tiene?
¿Por qué tanto misterio? (aparece mi suegra de la cocina, acababa de
terminar de ordenar la alacena con comida y escuchó mi conversación
preocupada, ¡más pimienta al mondongo la madre que lo parió!)
El baño no tiene bidet…
¿Y? (dice mi suegra, la cual fue fulminada con una mirada de diablo, como la que le disparé a aquella minita en el boliche – clic acá para leer)
¿Qué tiene
que no tenga bidet Bomur? ¡No seas tan denso! (culminó mi novia,
poniéndole una cereza al postre que era la cara de orto que me cargaba)
Es que
ustedes no entienden nada… (y casi sollozando me volví al baño, como una
nena de quince años a la cual el noviecito con cresta y zapatillas DC
acaba de dejar)
Me voy a
tener que bañar cada vez que cague, fue mi única y momentánea solución a
tan ingrato y espantoso problema. Me esperaban quince días limpito como
poto de bebe, baño del orto. Chilenos poto cagado, ¿Cómo se la bancan? Y
aunque estimo mucho a nuestros hermanos chilenos, debo reconocer que
esto los hizo bajar varios puntos en la escala de tolerancia.
Pasó lo que
tenía que pasar entre “baño infierno ex baño glorioso” y yo, me puse
malla y, luego de un merecido chapuzón en el congelado Océano Pacífico,
decidí dar una vuelta por el centrito de la ciudad. Hice lo que todo
menduco
glotón
hace apenas apoya sus patitas en Reñaca (así me contaron), me paré en
“El Obelisco” y me compré harto palta-mayo doble que estaba más rico que
clavarle un triple desde tu aro al Dream Team de EEUU faltando una
centésima de segundo para la final, con Manu en el banco y Ober
esguinzado. Tipo siete me mande a las tubas de cerveza (robame que soy
fácil) de la equina, para hacerle honor a la cultura de mi socio y amigo
Conep y fondearnos entre cuatro, cuatro gustosos litros de ese brebaje
santo. Tipo nueve “para el camino hasta el depto” me llevé puestas dos
empanaditas fritas de mariscos que estaban mas buenas que tener una
almohada simil-culo de Cintia Fernandez y no perdonar una siesta. Un
menjunje interesante se empezó a condensar en los cielos de mi panza.
Esa noche
vinieron desde Santiago los amigos de la familia de mi novia a darnos la
esperada y calurosa bienvenida. Estaban todos, el Luchito, la Vilma, la
Paty, el Pancho, el Patricio, la Sandra, la Karen Magáli (si, con
acento en esa “a”), la Maderin, el William, la Carola, el Márcio y su
polola la Eileen Griselda y el Enrique con su polola la Carlita
embarazada de la Ema. Comimos una especie de picada que ellos llaman
“las once” con una palta hecha por el mismísimo Lamborghini Diablo, unas
tortitas, que les dicen ayuyas (y yo me pregunto si a todo le tiene que
poner nombres tan ñoños y pelotudos) y una manteca que excusaría a
cualquier obeso mórbido que la culpe de su enfermedad. Para la cena la
Carlita se preparó unos tacos que si los hubieses comido en el infierno
hubieses sentido los baños de lava de los que habla el Dante como una
nevisca una noche en Las Leñas. Para culminar el Enrique se preparó unos
mojitos y unos piscos que de no haberlos tomado, mi vida carecería de
sentido.
Ustedes se
deben imaginar el impacto ambiental que tuvo toda aquella ingesta de “10
horas de todo corazón” en mi almacén alimenticio. Retorcijón va,
retorcijón viene y luego de llegar a sudar por no tener que hacerlo,
decidí ir al baño. La duda venía por el lado de ¿Cómo justifico salir
duchado con toda esta gente acá?
Y, como esos
bambis que cuando están por ser cazados por un leonazo marca Optimus
Prime atinan a morder y rasguñar buscándole una solución a la mismísima
muerte y zafan, una luz iluminó ni mente, un halo de esperanza brilló
entre tanta oscuridad y agonía, como cuando Frodo es salvado por Sam de
los Nazgul. En un cacho de lucidez pude observar que la ducha no era
fija, sino que era de esas que se sacan y que la podes usar como las
flechas que lavan los autos, con un potente chorro, hermoso, viril,
tibio y contundente que podía desde limpiarte una rodilla fobalera hasta
desbarrar el paragolpes de un Rastrojero del 82. Tenía un cañito
flexible, que se estiraba una bocha, de pedo no
llegaba
al inodoro (¡maldita buena suerte!), pero se bajaba al punto de
permitirme que me sentara al borde de la bañera, con el culo del lado de
adentro y ambos pies del lado de afuera, y pudiera sacudir el chorro en
la zona anal, higienizándola por completo (bolas incluidas por las
dudas) y canalizando toda el agua sucia por el agujerito de la ducha.
¡El alma me había vuelto al cuerpo! ¡Era otra vez feliz! Ya no iba a ser
el romance que planeaba con el baño, pero aquel hallazgo era como
encontrar a las cinco de la matina la fea que te levantas por
resignación pero te acepta un calentito. ¡Que lujo!
El tema es
que cague con toda la onda del mundo, sin importarme nada de nada.
Terminada mi obra maestra decidí utilizar la ducha-flecha. Sabía que el
chorro era tan potente y tibio que ni siquiera me pasé papel higiénico.
Las bermudas blancas que tenía puestas eran bien anchitas, así que no me
las tuve que sacar para moverme del inodoro a la ducha, arremangadas en
mis tobillos me servían a la vez de palanca al hacer fuerza con los
cuadriceps y ponerme en posición. La pera me servía para mantener la
remera gris levantada y que por nada del mundo se me vaya a mojar.
Posicionado paso mis dos manos por atrás mío, con una agarro la flecha,
con la otra muevo la perilla para ponerla en la temperatura justa y con
el dedito gordo palpé hasta que la temperatura fuese la ideal.
Y por esas
cosas estúpidas que tiene la vida, el ser humano y yo sobre todas las
cosas materiales e inmateriales que nos rodean, tuve las ganas y la
necesidad de mirar el agua que se iba yendo por el desagüe. Ese morbo
absurdo que tenemos en el subconsciente que nos lleva a ver Crónica, que
nos lleva a disminuir la velocidad en un accidente, que nos lleva a
taparnos la cara para no ver pero dejarnos una rendija entre dedo y dedo
para espiar. Ese morbo idiota me llevó a torcer la cabeza por completo
hacia la derecha, miroleando el agujerito y si a eso le sumamos la
borrachera que me cargaba por haberme tomado tres mojitos y dos piscos,
era lógico que fuera a perder el equilibrio.
Me resbalé y
me caí dentro de la ducha, en eso se me soltó la súper flecha y como la
manguera de los bomberos de los dibujitos empezó a tirar agua por
doquier, en la caída se me soltó la remera y se me mojó toda y al tratar
de acomodarme, terminé metiendo pies, zapatillas, medias y bermudas
dentro de la ducha. Cuando logré reponerme, todo mojado y con dolor de
culo y nuca pude ver, con terror, que lo peor no había pasado…
¿Cuál era el
morbo se preguntarán a esta altura? El morbo era ver, ya que confiaba
tanto en esa mega flecha y había hecho muchísima caca, cual era la
composición del agua al irse, cuantos “titanic” se verían ahogados ahí,
cuantas hilachas se habían desprendido. Si, se que es un asco, pero les
aseguro que ustedes también habrían querido ver. Con dolor, humedad y
horror pude ver como mi pierna, mis blancas e inmaculadas bermudas y
parte de mi media derecha habían quedado tiznadas por mis residuos
fecales.
Otra vez la
desesperación, otra vez la amargura, otra vez los nervios, otra vez el
dolor en esa parte de la panza, ¿Cómo mierda hacía ahora para salir?
¡Estaban todos a los festejos a cuatro metros de mí! ¿Con que excusa
salía mojado y cagado?
Ante la
humillación por el resto de mis días y una ducha sin excusas con lavada
de ropa de onda, me quedé con la segunda opción. Así que me pegue mansa
ducha y le gasté a mi suegra medio Pantenne en lavarme la bermudita, las
medias y la remera para que salga la caca y el olor.
Volví al
comedor después de unos cuarenta minutos, cambiadito, perfumado, con
olor a jabón, una bermuda gris y una remera roja, pero ya estaban todos
tan en pedo que nadie se percató de mi percance.
Enlace:
http://www.mdzol.com/mdz/mendolotudo/426654-la-peor-noticia-que-podes-sufrir-en-chile-de-vacaciones/
0 comentarios :