Los optimistas y residentes ancianos de Monte Comán
31 de Diciembre de 2011
Diario mediamza.com
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El jueves fue el día del vendaval pero el viernes fue tiempo de recorrer el pueblo y corroborar la magnitud del desastre.
Los habitantes de la tercera edad, los que protagonizaron tanto la prosperidad como la desazón, expresaron su sentir, pero en sus palabras no dejaron de mostrarse positivos y con la actitud que tienen aquellos que verdaderamente aprendieron a vivir.por Maggie Ojcius
Según los autores E. Chávez y E. Yturralde, la “resiliencia” es la capacidad que posee un individuo frente a las adversidades, para mantenerse en pie de lucha, con dosis de perseverancia, tenacidad, actitud positiva y acciones, que permiten avanzar en contra de la corriente y superarlas.
Fueron cuatro los abuelitos con quienes conversamos a pocas horas de la tormenta. Todos ellos hicieron memoria de una tormenta que azotó al pueblo en el año `94 pero que había sido ampliamente superada por esta última. Estos cuatro seres que vivieron lo suficiente como para tener el coraje de decir “gracias a Dios estamos bien, podría haber sido peor” frente a sus casas desarmadas y ante las calles de un pueblo devastado. De eso se trata la vida, de aprender de lo bueno y de lo malo.
Comenzamos el recorrido visitando a Juana Rosales, de 68 años, ella vive con su marido “que es más viejo que yo”, dijo graciosamente, y uno de sus diez hijos. Su precaria vivienda estuvo a poco de ser elevada por los aires, sufrió un poco de levantamiento en su techo y la inundación de toda su casa menos de una piecita donde “gracias a Dios pudimos guardarnos”. “¡Qué manera de llorar!”, decía una y otra vez.
“Nunca en mi vida fui a pedir nada a la Municipalidad y ahora que de verdad lo necesito me dijeron que no me iban a dar por ser radical, después por atrás me dieron algo de nylon para el techo pero no me alcanza”, expresó Juana, sonriente y de buen humor ante la adversidad.
“Justo ayer a la tarde (aludiendo al día jueves) una señora amiga mía me regaló un libro”. Juana lo busca y accede a ser fotografiada con el elemento al que se abrazó mientras duraba la tormenta. El nombre del libro era “Todavía existe esperanza”, ¿le parece una casualidad?
Ando por los alrededores de la Plaza nos cruzamos con Aureleano Correa, un ex ferroviario de 77 años quien en una vereda colmada de árboles caídos, relató pausadamente cómo era su trabajo y cómo fue despedido, días antes de que el tren deje de pasar por Monte Comán. Aureleano dijo nunca haber visto algo así y sintió pena por el estado del pueblo pero al igual que Juana expresó “Gracias a Dios estamos bien, pudo haber sido peor”.
Alicia Pessio, quien también superó la séptima década, vive en el Barrio Ferroviario, su casa permaneció intacta pero el paredón de su vereda fue impactado por el techo de un tractor que voló por el aire.
Ella relató lo sucedido: “ahí enfrente, señalando el otro lado de la calle, ¿ves esos acoplados de camión?, fueron corridos más de 5 metros por el viento, esa casilla que está ahí era utilizada por su dueño cuando iba al campo, el viento la hizo un ñoquis, como tres vueltas le dio y el techo de aquel tractor de allá (preste atención la distancia del mismo en la fotografía que verá a continuación) vino volando y pegó contra el tapial de mi casa. Si hubiese sido arrastrado los cactus no estarían intactos, ese pedazo de chapa vino volando.”
Por último, ya regresando a la Ciudad pasamos por La Llave donde encontramos a María Quiroga de Andreola “ya me había acostado, de golpe escuche un ruido fuerte que me despertó, se había abierto una ventana asique me levanté ligerito a cerrarla y una ráfaga me tiró arriba de la mesa, me enderecé un poco y me volvió a tirar, ahí empezaron a caer machimbres del techo y escombros asique me encerré en mi dormitorio donde no pasó nada, parecía que Dios me estaba cuidando ahí."
Era un ruido terrible, no tenía luz ni teléfono, nada. Eso fue cuestión de 5 minutos pero me voló todo, cuando pasó el viento me acosté en la parte de la casa que quedó pero no me pude dormir. A la mañana cuando amaneció y vi todo me puse muy mal. Igual estoy muy agradecida con mis vecinos que vinieron a ayudarme, son muy buenos conmigo; la Municipalidad ya me dio algo de material para hacer los cimientos de nuevo. Mientras tanto me voy a ir a vivir a lo de una vecina.” Hace 26 años que María vive en esa casa que el mismo viernes 30 comenzaron a reconstruir.
Ninguno, ni Juana, ni Aureleano, ni Alicia ni María, se quejaron o despotricaron de su situación. La bienvenida la dieron con una sonrisa y un expresivo “buen día” y al despedirnos no dejaron de desear un buen año. Resiliencia y fe, asignaturas que nos puede tocar cursar en cualquier momento de la vida, ¿pasaremos la prueba? Recuerde siempre estos ejemplos.
Feliz 2012.
Más imágenes en: http://www.mdzol.com/mdz/galeria/352478/
Fueron cuatro los abuelitos con quienes conversamos a pocas horas de la tormenta. Todos ellos hicieron memoria de una tormenta que azotó al pueblo en el año `94 pero que había sido ampliamente superada por esta última. Estos cuatro seres que vivieron lo suficiente como para tener el coraje de decir “gracias a Dios estamos bien, podría haber sido peor” frente a sus casas desarmadas y ante las calles de un pueblo devastado. De eso se trata la vida, de aprender de lo bueno y de lo malo.
Comenzamos el recorrido visitando a Juana Rosales, de 68 años, ella vive con su marido “que es más viejo que yo”, dijo graciosamente, y uno de sus diez hijos. Su precaria vivienda estuvo a poco de ser elevada por los aires, sufrió un poco de levantamiento en su techo y la inundación de toda su casa menos de una piecita donde “gracias a Dios pudimos guardarnos”. “¡Qué manera de llorar!”, decía una y otra vez.
“Nunca en mi vida fui a pedir nada a la Municipalidad y ahora que de verdad lo necesito me dijeron que no me iban a dar por ser radical, después por atrás me dieron algo de nylon para el techo pero no me alcanza”, expresó Juana, sonriente y de buen humor ante la adversidad.
“Justo ayer a la tarde (aludiendo al día jueves) una señora amiga mía me regaló un libro”. Juana lo busca y accede a ser fotografiada con el elemento al que se abrazó mientras duraba la tormenta. El nombre del libro era “Todavía existe esperanza”, ¿le parece una casualidad?
Ando por los alrededores de la Plaza nos cruzamos con Aureleano Correa, un ex ferroviario de 77 años quien en una vereda colmada de árboles caídos, relató pausadamente cómo era su trabajo y cómo fue despedido, días antes de que el tren deje de pasar por Monte Comán. Aureleano dijo nunca haber visto algo así y sintió pena por el estado del pueblo pero al igual que Juana expresó “Gracias a Dios estamos bien, pudo haber sido peor”.
Alicia Pessio, quien también superó la séptima década, vive en el Barrio Ferroviario, su casa permaneció intacta pero el paredón de su vereda fue impactado por el techo de un tractor que voló por el aire.
Ella relató lo sucedido: “ahí enfrente, señalando el otro lado de la calle, ¿ves esos acoplados de camión?, fueron corridos más de 5 metros por el viento, esa casilla que está ahí era utilizada por su dueño cuando iba al campo, el viento la hizo un ñoquis, como tres vueltas le dio y el techo de aquel tractor de allá (preste atención la distancia del mismo en la fotografía que verá a continuación) vino volando y pegó contra el tapial de mi casa. Si hubiese sido arrastrado los cactus no estarían intactos, ese pedazo de chapa vino volando.”
Por último, ya regresando a la Ciudad pasamos por La Llave donde encontramos a María Quiroga de Andreola “ya me había acostado, de golpe escuche un ruido fuerte que me despertó, se había abierto una ventana asique me levanté ligerito a cerrarla y una ráfaga me tiró arriba de la mesa, me enderecé un poco y me volvió a tirar, ahí empezaron a caer machimbres del techo y escombros asique me encerré en mi dormitorio donde no pasó nada, parecía que Dios me estaba cuidando ahí."
Era un ruido terrible, no tenía luz ni teléfono, nada. Eso fue cuestión de 5 minutos pero me voló todo, cuando pasó el viento me acosté en la parte de la casa que quedó pero no me pude dormir. A la mañana cuando amaneció y vi todo me puse muy mal. Igual estoy muy agradecida con mis vecinos que vinieron a ayudarme, son muy buenos conmigo; la Municipalidad ya me dio algo de material para hacer los cimientos de nuevo. Mientras tanto me voy a ir a vivir a lo de una vecina.” Hace 26 años que María vive en esa casa que el mismo viernes 30 comenzaron a reconstruir.
Ninguno, ni Juana, ni Aureleano, ni Alicia ni María, se quejaron o despotricaron de su situación. La bienvenida la dieron con una sonrisa y un expresivo “buen día” y al despedirnos no dejaron de desear un buen año. Resiliencia y fe, asignaturas que nos puede tocar cursar en cualquier momento de la vida, ¿pasaremos la prueba? Recuerde siempre estos ejemplos.
Feliz 2012.
Más imágenes en: http://www.mdzol.com/mdz/galeria/352478/
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