Cuida tu salud emocional

Argentina, 05 de Septiembre de 2015
Mota: cuidatusaludemocional.com

Comprender el miedo para superarlo. , , , , , 0 comments.  En el lenguaje coloquial utilizamos indistintamente como sinónimos cualquiera de estas palabras: angustia, miedo o pánico. Así hablamos de "miedo al mundo" o de "la angustia a los sitios cerrados". Sin embargo, siendo más precisos, el miedo siempre se refiere a algo concreto; es algo objetivo y delimitado. Mientras que la angustia es un sentimiento difuso, sin concretar, sin motivo real donde apoyarse.


Angustia

Antonio llega a la consulta con la cara desencajada. Entre titubeos nos dice: "Me siento raro y extraño. Es una vivencia que no puedo definir. De pronto, siento un malestar generalizado que me revuelve el vientre, me sube a la garganta y tengo la sensación de que vaya morir". Esto es la angustia. Un sentimiento global e insólito que uno no sabe explicar, solamente padecer. Es más, cuando se quiere poner palabras a esta sensación, se escapa, como el agua en una cesta. Antonio insiste: "Creo que nadie me comprende. Solamente lo puede entender el que lo haya pasado". Esto es la angustia.

Miedo

Por el contrario, el miedo se expresa de forma diferente: malestar a la oscuridad, a los ascensores, a los ratones o a las alturas. Todo tiene un denominador común: el objeto del miedo es algo (o alguien) real o fantaseado, pero concreto y determinado. Se puede describir y, a veces, tocar.

comprender el miedo para superarloEn la vida cotidiana nos encontramos con situaciones, objetos o animales que nos producen un sentido de malestar, con taquicardia incluida, hipersudoración o sequedad de boca, etc. Esto es el miedo.

Miedo a la oscuridad, a los perros, a ser enterrados vivos, a las cucarachas, etc. Es un sentimiento que a veces se confunde con el asco y que produce alejamiento de esas situaciones o al menos se intenta.

Pánico

El pánico es un miedo "al por mayor". Se podría decir que el pánico es una ración doble o triple de miedo. Se produce como respuesta a una situación o hecho, que aparece de forma inesperada y que sobrepasa todas las expectativas del individuo; ejemplos: ante un terremoto, un incendio, el desbordamiento de un río o sentirse perdido en una tormenta de nieve. Esto es el pánico. Por la forma de presentación (repentina) y su intensidad (masiva) invade a toda la persona y a veces la paraliza o genera una reacción desproporcionada (tirarse por la ventana de un sexto piso por el pánico de quedar atrapado por las llamas).

Las raíces del miedo

El miedo es una vivencia innata a los animales y a los hombres. Tenemos miedo porque no somos omnipotentes, no lo podemos todo. Los dioses no tienen miedo: son autosuficientes. El hombre en tanto en cuanto ser limitado tiene que sentir miedo para no realizar acciones que no puede hacer (volar, atravesar el fuego, correr a 300 km/h por una autovía, etc.)
Pero esto no implica que sea un cobarde, sino que es consciente de sus limitaciones como ser humano.

El miedo se convierte en patológico cuando incapacita al sujeto para realizar su vida ordinaria. El miedo nos recuerda, pues, una cosa: que somos humanos.

El miedo siempre se produce por la conjugación de dos hechos: supervaloración de la situación concreta que nos causa miedo, o bien porque nos infravaloramos y nos consideramos más frágiles de lo que somos y más vulnerables. La esencia del miedo procede de nuestra inseguridad y de la hipertrofia del otro (situación, objeto o fantasía).

También es cierto que estas experiencias se refuerzan cada vez que se producen y que tienen su punto de arranque en vivencias infantiles de desamparo o de abandono afectivo, produciendo personalidades débiles muy influenciables por el entorno, que siempre vivirán como hostil.

Pero existe un miedo ancestral: el temor a desaparecer. Precisamente por esto, en el hombre podemos encontrar un tipo de miedo básico, que es como el soporte de todas las posteriores vivencias: el miedo a la muerte y el miedo a la locura. En ambos lo que está en juego es la autodestrucción.

La muerte es un viaje sin retorno y la locura un laberinto donde difícilmente podemos encontrar una buena salida. Ambas situaciones son deteriorantes e invalidantes. Ambas situaciones conllevan el peligro de la aniquilación (de la vida o de la razón). El resto de los miedos (a la enfermedad, a la soledad, a la libertad, a la vinculación, etc.) son como un remedo de ese miedo ancestral. Por esto una vivencia de miedo es más o menos grave en tanto en cuanto nos acerca al principio de nuestra aniquilación como persona o como ser con autonomía y libertad de pensar. En el fondo, con los miedos, siempre estamos en el filo de la navaja del ser o no ser.

Miedo y psicopatología

Josefina es una mujer de 35 años. Acude a la consulta pues desde hace meses "tiene miedo a cruzar la calle". Afirma: "No puedo salir sola de casa y los espacios abiertos me abruman: las piernas no me responden y siento una sensación extraña e indescriptible. Sé que esto es absurdo, pero no puedo evitarlo. A veces, tengo que esperar a cruzar un semáforo cuando hay mucha gente, pues así me siento protegida".

Josefina es una de las miles de personas que tienen un "miedo irracional". No tiene lógica, ni se puede comprender. Pero la vivencia está ahí, e incluso cada día se va haciendo más fuerte hasta llegar a invalidar al sujeto (Josefina llevaba meses sin poder salir a la calle, ¡ni siquiera a la compra!). Los ejemplos se pueden multiplicar: no poderse montar en el metro, no poder comer en los locales públicos, o simplemente no dejarse realizar una extracción de sangre para una analítica, etc. Son algunos de los miedos que nos pueden invadir e incluso incapacitar. El sujeto, en estas situaciones, se encuentra mal por doble motivo: comprende lo absurdo de esos miedos, pero al mismo tiempo no puede hacer nada para evitarlo.

En estos casos el origen suele tener unas raíces más profundas: se sumerge en el mundo inconsciente del sujeto y el síntoma (los miedos) solamente sería la punta del iceberg. En definitiva, estas vivencias sugieren un conflicto inconsciente no resuelto y "transformado" en los miedos actuales (las fobias).

Mecanismos de defensa ante el miedo

El miedo es una vivencia desagradable, y por lo tanto todos intentamos neutralizarla. Unas veces de forma adecuada y otras no tan saludable como sería de desear.

Una de las maneras más habituales de reacción ante el miedo es proyectarlo en otra persona. Así, en nuestra vida cotidiana, a veces nos cuesta trabajo admitir nuestros temores y señalamos que el vecino quiere poner una alarma en el portal o que nuestra hija de 18 años no desea coger el coche, o simplemente que la situación de paro nos abruma por lo que pensará la familia... Posiblemente todo ello sea verdad, pero no toda la verdad. También nosotros podemos tener miedo a los robos, a que nuestra hija tenga un accidente o que la pérdida de trabajo nos haga más vulnerables y más frágiles. Y esto es así porque la realidad es poliédrica (tiene varias caras) y todo dependerá de nuestro punto de mira para descubrir un aspecto u otro.

Lo que también es muy frecuente ante una situación de miedo es la paralización física e incluso mental. Todos alguna vez, en algún examen, nos hemos quedado "en blanco" sin posibilidad de respuesta. Fue una mala salida ante el miedo al fracaso o al examen. O también la evitación: no montar en los aviones cuando nos asustan, no relacionarnos con los demás para esquivar el ansia que eso nos produce, etc.

Y por último, hay que señalar otras dos posibles salidas ante el miedo: la huida hacia adelante o el ataque. Ambas suponen un paso al frente y saltar el precipicio del miedo. No se valoran las posibilidades reales y solamente se piensa en salir de ese callejón sin salida, que produce la situación de miedo. Ejemplos: hacer frente a unos ladrones armados (sin grandes posibilidades de éxito) o ante el riesgo de perder todo el dinero seguir invirtiendo, o multiplicar un sinfín de contactos cuando lo que se teme es la soledad, etc.

Claves para ayudar a vencer el miedo

"El miedo -escribió Antonio Gala- se asemeja a un pozo (cuanto más tierra se saca de él, más crece) y a la oscuridad (cuanto más grande, menos se ve)". Es decir, el miedo se incrementa con el miedo. Indicaremos algunas claves para que ese "pozo" y esa "oscuridad" disminuyan, sobre todo en los más pequeños:

# 1.- El miedo es consustancial al ser humano

Tenemos miedo porque somos limitados. No podemos, pues, desterrar totalmente el miedo de nuestra existencia. Incluso podemos afirmar que una cierta “porción” de miedo es necesaria para poder vivir. Un miedo patológico nos paraliza, pero la ausencia total de esta vivencia nos llevaría a la insensatez y al riesgo permanente.

# 2.- El miedo se supera con la confianza de sentirse querido

Es necesario un clima de confianza. El miedo no se vence con valor, sino con una educación centrada en la confianza y la seguridad que proporciona el sentirse querido y amado por lo que uno es, no por lo que hace. Aquí el ‘contagio’ es muy fuerte: una familia miedosa engendrará hijos miedosos. Incluso deberíamos manifestar miedo cuando la situación así lo requiera. ¡Es bueno que el niño perciba que los mayores también tienen miedo!

# 3.- Nunca ridiculizar a quien tiene miedo

Una buena receta consiste en explicar las situaciones misteriosas: el significado de las tormentas, un apagón de luz, la muerte de un ser querido, etc. Incluso habría que facilitar que el niño participara en las situaciones que teme: ir al cuarto con la luz apagada, salir a la calle, etc. y, sobre todo, nunca ridiculizar o despreciar aquellas situaciones que al niño agobian.

# 4.- No amenazar con algo que provoca miedo

Es un error intentar conseguir que el niño se porte bien o estudie más, pues de lo contrario vendrá una bruja mala o "el hombre del saco". Nunca el miedo será un buen acicate para portarse bien.

# 5.- Recurrir a la ayuda profesional si es necesario

En los miedos irracionales e invalidantes es necesaria la intervención de un profesional (psicólogo, psiquiatra) para poder superarlos.

Aquí la sola buena voluntad no basta, sino que hay que remover las raíces más profundas de esa vivencia.


ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra y catedrático de Psicopatología

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