Justicia por mano propia, una locura que no para

Argentina, 9 de Octubre de 2015 
Nota: clarin.com

4/10/15 Buenos Aires. -Un fenómeno preocupante.En el año ya hubo cinco linchamientos en distintas ciudades del país. Los agresores dicen que reaccionan porque están desprotegidos. Y las familias de las víctimas piden justicia.

 
Lucas Saravia (16) escuchó las voces que venían de afuera. Supo que las 70 personas que se habían juntado en la puerta de su casa tenían decidido vengarse. Tuvo miedo y se escondió debajo de la cama. Allí lo encontraron a la mañana siguiente: murió calcinado en un incendio desatado por vecinos que buscaban a su tío, acusado robar en el barrio. La violenta escena se registró en Luján de Cuyo, a 40 kilómetros de la capital mendocina. Pero podría haber ocurrido en cualquier otra ciudad: en lo que va del año hubo cinco casos de linchamientos en distintos puntos del país.

Todos los episodios tuvieron características diferentes. Sin embargo, comparten un denominador común: ese momento en el que una o varias víctimas de un delito deciden hacer justicia por mano propia. Aseguran estar cansados de la falta de respuestas de la Policía, los jueces y los políticos. 

Hartos de ser víctimas, se convierten en victimarios.

Puede ser que la locura aparezca tras un violento asalto, como ocurrió en enero en Tucumán. Allegados de un joven que había sido asesinado por defender a su hermano mataron a golpes y patadas a uno de los ladrones. Pero hay casos que se desencadenan tras robos que generalmente no se denuncian. Algo de eso pasó en 11 de junio en Córdoba. Un joven 23 años, que había asaltado a un chico de 16 con un arma de juguete, apareció desnudo y atado a un poste. Murió 13 días después.

Similar fue el episodio registrado a los pocos días en Avellaneda.

En julio, un crimen desató la furia en Monte Hermoso. Tras el hallazgo del cuerpo de Katherine Moscoso (18), manifestantes quemaron edificios públicos y se enfrentaron con la Policía. Un grupo fue más allá: se dirigió a la casa de Juan Carlos “Canini” González (70) y lo mató a golpes. Para ellos él era el asesino y no hacía falta esperar a la Justicia.

Cada uno de esos casos hizo recordar al de David Moreira, linchado luego de arrebatarle la cartera a una mujer, en marzo del año pasado. “Sentí las patadas en el alma”, aseguró en ese momento el Papa Francisco, condenando un peligroso fenómeno que no para.



Arrebató una cartera y lo asesinaron a golpes
El 22 de marzo de 2014 David Moreira le arrebató la cartera a una joven embarazada. Un amigo que lo acompañaba logró huir. El no. Los vecinos del barrio Azcuénaga, en Rosario, lo corrieron, lo atraparon y lo golpearon hasta dejarlo agonizando en el suelo. A los tres días murió por el traumatismo de cráneo con pérdida de masa encefálica que le provocaron los golpes.

Un año y medio después la causa por el linchamiento del joven de 18 años tiene a dos personas imputadas por homicidio en riña, una calificación que estipula condenas de 2 a 6 años. El fiscal Florentino Malaponte planteó que no se determinó la existencia de un golpe mortal, por lo que no se pude señalar a nadie por el impacto que terminó con la vida del joven. El abogado de la familia Moreira, Norberto Olivares, pretende un cambio en la carátula a homicidio calificado, lo que agravaría las penas.

Los dos jóvenes imputados, de 27 y 28, estuvieron dos meses detenidos. Un video de 10 segundos y otros elementos de prueba los comprometen con el homicidio. Sin embargo, quedaron libres, a la espera del juicio.

La semana pasada, al cumplirse un año y medio del crimen de Moreira, Lorena Torres, madre del joven, regresó a Rosario para conocer los avances en la investigación. Ella y su familia se instalaron en Uruguay tiempo después del episodio. “Desde un principio dije que quería creer en la Justicia.

Hoy no sé si puedo decir lo mismo. Si no hay justicia terrenal me queda el consuelo de esperar la Justicia de Dios”, planteó la mujer. Para su familia, hubo al menos otras dos personas implicadas.
Mauro Aguilar. Agencia Rosario



Un pacto entre vecinos
El domingo 11 de enero, César Jiménez (31) se preparaba para irse a acostar. Eran las seis de la mañana y hacía un rato había terminado la fiesta por el bautismo de su hija de tres meses. En ese momento escuchó que estaban asaltando a su hermano afuera de su casa. Dos ladrones intentaban sacarle la moto. Salió a defenderlo y recibió un balazo mortal en la cabeza. Los asaltantes intentaron escapar, pero uno de ellos fue atrapado por amigos y vecinos de la víctima. El joven –identificado como Gustavo Guerrero (28)– fue duramente golpeado, agonizó unas horas y murió.

Tras el linchamiento, la reacción del barrio fue unificada: un pacto de silencio logró que nadie hablara del tema. Ocho meses después, el panorama es el mismo. Los vecinos prefieren no opinar sobre el hecho y dicen que hay que “seguir adelante”. Sin embargo, todos coinciden en que el recuerdo del violento episodio todavía está presente.

La investigación del caso sigue estancada. La Justicia intentó determinar quiénes habían protagonizado el ataque que terminó con la muerte de Guerrero, pero chocó con el temor de la gente ante posibles represalias.

Manuel Riva. Agencia Tucumán



Pueblada con final trágico
La noche del sábado 23 de mayo, Monte Hermoso recibió la peor noticia. El cuerpo de Katherine Moscoso (18), desaparecida desde hacía una semana, había sido hallado enterrado en un médano. A los pocos minutos del hallazgo, una decena de personas partió hacia la casa de Juan Carlos “Canini” González (70). Antes de que se subiera a su auto, el hombre fue asesinado a golpes y patadas.

Su propiedad había sido allanada dos veces en los días de búsqueda. Allí había sido vista por última vez la chica, acompañada por una amiga que le alquilaba un departamento a González. Actualmente, esa joven es la única imputada por el crimen de Katherine. Para los vecinos, el hombre era uno de los asesinos.

Las imágenes del ataque permitieron identificar a los protagonistas del ataque. Siete, entre ellos un menor de edad, cayeron a los tres días, pero uno fue liberado a las pocas horas porque lo habían confundido con un hombre que estuvo prófugo casi 4 meses y se entregó hace más de 20 días.

El fiscal Cristian Long los acusó de “homicidio agravado por la participación de dos o más personas”, delito que prevé un pena máxima de prisión perpetua. Sin embargo, la jueza Marisa Promé los procesó por homicidio simple, con un tope de 25 años de cárcel.

Gabriel Bermúdez. Agencia Bahía Blanca




Desnudo y atado a un poste
El 11 de junio, a unas cuadras del Jardín Botánico cordobés, José Luis Díaz (23) y a un cómplice asaltaron con una pistola plástica a un chico de 16 años. Como la víctima no les daba la plata ni su teléfono celular, Díaz le pegó en la cabeza hasta que el arma de juguete se desarmó. El adolescente pidió ayuda a los gritos y se sacó de encima a los ladrones a manotazos. Díaz no atinó a correr.

Minutos después, apareció desnudo, atado a un poste y desmayado. El 24 de junio, tras trece días de agonía, murió: la autopsia reveló que murió producto de una convulsión provocada por las patadas que le dieron en la cabeza.

Por el crimen hay siete sospechosos que siguen libres, imputados por el fiscal Rubén Caro del delito de “homicidio en agresión”. Fueron señalados por una testigo que escuchó sus nombres, pero no vio nada. El delito prevé condenas de 2 a 6 años de cárcel. “Quiero pena máxima para los asesinos de mi hijo”, se quejó el papá de Díaz.

Gustavo Molina. Agencia Córdoba


Paliza brutal y muerte
“¡Quédense ahí porque la pincho!”, gritó el ladrón, apoyando un cuchillo en el cuello de una empleada y acorralado por varios clientes. Luego de apuñalar a un joven que quiso tirársele encima, el asaltante comenzó a correr. Al llegar a la esquina, entre cuatro y cinco hombres lo alcanzaron y le dieron una paliza. Unos minutos después, sentado en la vereda, se desvaneció. Javier Torres, de 53 años, murió esa misma madrugada en el hospital Fiorito.

Todo sucedió en la madrugada del 5 de julio en un quiosco y bar ubicado en avenida Manuel Belgrano al 400, entre España y Beruti, en Avellaneda.

El hecho comenzó a investigarse como un linchamiento. Todo indicaba que Torres había muerto a trompadas. Tenía varios golpes, cortes e incluso una costilla rota. Poco después la autopsia revelaría que, a pesar de la paliza le dieron, la causa del fallecimiento fue un paro cardiorespiratorio. Lo que no está claro es si la golpiza fue el desencadenante. El fiscal de Avellaneda que investiga el hecho envió a hacer estudios complementarios para despejar las dudas sobre lo que sucedió.

El día del ataque, los testigos contaron ante la prensa que el asaltante había recibido trompadas, patadas y botellazos. Incluso, afirmaron que había quedado bañado en sangre.

http://www.clarin.com/policiales/linchamientos-justicia_mano_propia-locura-no_para_0_1442855775.html

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