Argentina, 19 de Septiembre 2015
Nota: hoybolivia.com
16 de Junio de 2014.- El caso del niño que sobrevivió 15 años en el Sáhara protegido y
alimentado por una manada de avestruces es extraordinario dentro de lo
excepcional.
La odisea del niño avestruz empieza un día
cualquiera a principios del siglo XX en una pequeña aldea rural del
interior de lo que entonces era el Sáhara Occidental, el protectorado
español en el noroeste de África. Su madre lleva las riendas de un
camello en un paraje desértico en el sudeste del Sáhara Occidental,
cerca de la frontera con Mauritania. En un capazo de tela, junto al
pecho, acarrea al pequeño Hadara, que aún no ha cumplido un año. De
pronto, algo asusta al camello, que se zafa de la mujer y escapa
corriendo. Consciente de que sin la bestia no podrán volver a la jaima,
la mujer deposita al bebé entre unos matorrales. Durante la persecución
del camello se desencadena una tormenta de arena.
El desierto es
una criatura viva, un paisaje mutante muy distinto del que conocemos por
las postales evocadoras. Cuando la mujer regresa no hay rastro del niño
ni de las huellas; ella ni siquiera reconoce el lugar donde dejó al
pequeño Hadara. Tras varios días de búsqueda, ayudada por familiares y
vecinos, desiste y dan por muerto al pequeño.
Entre
tanto, el niño ha buscado cobijo en un nido de avestruces. Cuando la
mamá avestruz vuelve a empollar los huevos encuentra a un extraño
polluelo, con boca y dientes en lugar de pico y piel rosada en lugar de
plumón, pero, por ese misterioso instinto maternal común al reino
animal, el ave decide proteger al cachorro de humano.
¿Cómo pudo
sobrevivir en un entorno tan hostil y en tan inaudita familia el bebé?
Según el escritor saharaui Bahia Awah, “la mamá avestruz alimentó a
Hadara con insectos, ranas y sandías del desierto, un fruto
extraordinariamente amargo que los humanos somos incapaces de digerir”.
Para sobrevivir el niño adoptó los hábitos de vida de los avestruces y
su sistema digestivo se adaptó al extraño régimen al que le sometió su
madre adoptiva: “Los avestruces tragan pequeñas piedras que ayudan a
digerir los alimentos que provee el desierto -prosigue Bahia-. Un día,
muchos años después, cuando Hadara se reincorporó al mundo de los
humanos, los habitantes del pueblo colgaron al niño-avestruz de un pozo,
y empezó a vomitar centenares de piedras que alojaba en su estómago”.
Durante
14 años el niño convivió con la manada de avestruces y acabó
convirtiéndose en uno de ellos. Los pastores trashumantes del desierto
hablaban de una extraña criatura cubierta de pelo que corría junto a las
gigantescas aves corredoras. Nadie les creía, claro, tomándoles por
fabuladores o tal vez alucinados por la embriagante soledad del
desierto.
Pero lejos de fabular, los pastores estaban en lo
cierto: aquel ser que corría como un avestruz, se movía como un avestruz
y emitía sus mismos sonidos no era uno de ellos sino un joven humano.
El rumor llegó a oídos de la familia de Hadara, que hacía lustros le
había dado por muerto…salvo su madre, que enseguida supo que el
niño-avestruz no era otro que su hijo.
Se organizó una batida.
Durante semanas, los hombres del pueblo persiguieron a la manada hasta
que un día tendieron una trampa: “Hay un período del día en el que todos
los animales del desierto buscan cobijo en una sombra -relata Bahia,
media vida en el desierto-. Entre 12 de la mañana y 4 de la tarde si no
encuentran un árbol, los camellos se sientan en fila, cada uno buscando
la sombra de su vecino”. Los avestruces de Hadara tenían su lugar de
siesta en una explanada protegida por plantas espinosas. Mientras las
aves y su pariente dormían, los humanos colocaron una malla vegetal en
uno de los accesos de la explanada. Cuando despertó, el niño-avestruz
intentó huir pero su largo cabello quedó enredado en la enramada. Corría
la década de 1910.
Como sucede tradicionalmente en casos
documentados de niños criados en estado salvaje, la adaptación de Hadara
no fue fácil. Tardó años en aprender a hablar y a socializar con los
humanos -sus captores, no lo olvidemos-, pero cuando lo logró se
convirtió en un hombre de provecho. Es más, acabó siendo un notable
discípulo de un prohombre del Sáhara, el sabio sufí Chej Malainin. Se
casó y tuvo dos hijos, que heredaron algunos tics que su padre aprendió
en su larga convivencia con los pájaros. Abba combatió junto a uno de
los hijos de Hadara en la guerra contra el invasor marroquí, en 1975:
“Inopinadamente desplegaba sus brazos y los movía como si fuera un
avestruz y, a veces, también emitía sus sonidos característicos”,
recuerda el saharaui, afincado en España.
La única foto que se conserva de Haddara, el niño-avestruz. El texto, en árabe, refiere su historia:
En
los campamentos de refugiados saharauis, exiliados en territorio
argelino desde la infame invasión y ocupación marroquí de 1975, se
cuenta la historia de Hadara como si se tratara de una leyenda. Pero su
historia es tan increíble como real, como documentó el antropólogo vasco
Julio Caro Baroja en su prolijo libro “Estudios saharianos”, escrito en
1955, cuando el Sáhara era aún una provincia española. El erudito
Baroja dedica 100 páginas del libro a describir cómo se monta una tienda
típica saharaui, pero apenas le dedica un párrafo a la extraordinaria
peripecia de Hadara, al que conoció personalmente:
“(…) Hadara
vivió con avestruces en su infancia y corría a una gran velocidad.
Incluso ya mayor, en ocasiones, entraba en una especie de trance que le
hacía comportarse como un avestruz, moviéndose como uno de ellos y
comiendo todo lo que encontraba a su alcance. Sobre su especial trato
con los animales hay numerosos testimonios. Se cuenta que en una ocasión
cogió un león, le puso una cuerda al cuello y un bozal y lo llevó donde
una familia que no creía en los milagros de Chej Malainin. En otra,
ordenó a una pareja de chacales que no atacaran un frig (grupo de
haimas) donde habitaba un niño pequeño, y así ocurrió”.
El
niño-avestruz vivió como pastor trashumante hasta los 80 años. Los que
le conocieron cuentan que, ya adulto, se internaba con su rebaño largas
temporadas en el desierto, aunque nadie sabía cómo hacía para
sobrevivir: “Los hombres no lo saben, pero la Naturaleza siempre nos
brinda recursos para vivir”, respondía enigmático el hombre-avestruz.
Enlace:
http://www.hoybolivia.com/Especial.php?IdEspecial=13113&tit=%BFnino_criado_por_avestruces?
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