28 de Mayo de 2014
Nota: mdzol.com
Celso Jaker trae una de sus típicas notas que detallan a la perfección al limitado mendocino promedio.
Siempre sostengo que nuestra hermosa provincia se encuentra colmada de
atributos destacables. Pero también es dable rescatar que algunos
defectillos tenemos como sociedad. Y uno de los que más me divierte es
el tema del “Qué dirán”.
La gente, en esta maravillosa Ciudad,
vive constantemente pendiente de lo que piensa el fulanito o la
menganita de al lado. Todo el tiempo mirando a través de la cerca a ver
si el pasto del vecino está más verde que el nuestro. Es una patología
producto de una mala mezcla en la inmigración de nuestros ancestros y el
lado huraño y receloso propio de los caracteres montañeses.
Uno
de los primeros síntomas que se evidencian en este tipo de
personalidades es sin duda alguna la “Envidia”. ¡Sí señor! En esta
bendita Provincia es moneda corriente y está más arraigado que las
tortitas. Todo el tiempo comparándose con lo hace o lo que tiene el
prójimo y naturalmente, cuando se calculan los resultados y los mismos
no son favorables, automáticamente viene la sana (y a veces no tan sana)
envidia.
Y de la mano de la envidia viene lógicamente la alegría
por la desgracia ajena. Si bien nadie en “Susano” juicio lo admitiría
jamás, hay muchas veces que cuando le pasa algo malo a determinadas
personas con las cuales solemos compararnos usualmente, nos recorre un
extraño regocijo por dentro, al tiempo que mantenemos nuestro gesto
adusto y acompañamos falsamente a la víctima de la desgracia en su
malestar. ¡¡¡¡Yupiiii!!!!
Eso que alguna vez dijo un genio de que
“Mal de muchos, consuelo de tontos” es una maravilla y sin dudas todos
caímos, caemos o caeremos en esa situación. No te digo que a uno le
alegre el día ver a su compañero embarrado hasta la nuca, pero si uno
está con el barro por el mentón es más divertido y aliviador tener a los
colegas al lado hundiéndose con uno. No es que uno no sea solidario,
pero reconozcámoslo… Héroes verdaderos ya no quedan.
Pero no
piensen que todo es malo. Hay cosas aún peores, qué sin dudas encuentran
su razón de ser en las cuestiones esgrimidas anteriormente, como por
ejemplo el Resentimiento. Muchas veces algunos comentaristas intentando
graciosamente atacar mis humildes y pacíficas notas, me han tildado de
resentido. Esto generalmente sucede cuando se me da por escribir sobre
reconocidos Barrios Residenciales de la Provincia, donde los comentarios
son imperdibles, sobre todo considerando el nivel de educación que
debieran tener esos foristas. Lo que quieren decir básicamente estos
inútiles oligofrénicos es que naturalmente el mendocino tipo, tiende a
sentir un resentimiento muy poderoso hacia aquellas personas que no
puede imitar o a las que no pueden seguirle el ritmo. Por lo que decirle
a otro resentido, automáticamente te sitúa en un podio superpoderoso…
¡Naboleitor XP!
Lógicamente las comparaciones no tardan en llegar
pero no solamente en cuanto a las cuestiones materiales, a las cuales
el mendocino rata de alcantarilla, está tan apegado. Sino también se
traduce a las cuestiones sentimentales. Como hubiera destacado otrora,
citando a mi santa y finada abuela: quien es avaro con las cuestiones
materiales es avaro con los sentimientos. Y reconozcámoslo no hay ser
más despreciablemente tacaño y roñoso con el dinero como el mendocino.
Pero volviendo al hilo de la cuestión, no solo es un tema de
materialismo y disponibilidad sino que también se hace extensivo a las
cuestiones del corazón.
Y ahí es cuando entran en juego los
celos. ¡Qué bárbaro campeón! Somos una provincia de celosos y celosas.
Mucho se puede hablar acerca de los celos y lo que significan, pero en
el fondo, los celos solo significan miedo, inseguridad y dejo de
timorato a perder lo que se tiene. Traducido en enojos y rompederas de
pelotas de parte de los dos bandos. Incluso los celos también se hacen
eco en las cuestiones familiares y en las relaciones con amigos y
compañeros.
Todo viene bien, empezás a tener un manguito más que
antes, cambias el auto, te pagas un lindo derpa y automáticamente viene
el Jeopardy (afamado programa norteamericano de preguntas y respuestas)
entre todo tu entorno para fiscalizar el origen y destino de tus fondos,
que planes tenés para con ellos y un sermón consistente en lo que
realmente deberías hacer con la guita que vos ganás. El clásico ¿cuanto
te costó?, pero pará, ¿cuánto ganas? Y en base a ese sencillo
algoritmo, todo el mundo se siente con el derecho a investigar -cual
Agencia Impositiva- cuál es el leit motiv de tus ingresos. Con el lógico
y consiguiente juicio de valor (por la espalda obviamente). Entre los
que se cuentan los grandes éxitos como:
- Y que querés, si labura en la empresa del padre, así cualquiera…
- Seguro que esa guita no la tiene declarada, está todo en negro…
- Antes de casarse con fulanito/a era un/a tirado/a…
- Este es un ñoqui del Estado, está entongado…
Otro
ítem para destacar y que me produce mucha risa es el círculo social en
el que se mueve el mendocino y del que pretende formar parte a como dé
lugar. Inclusive en muchos casos inventando supuestas enemistades con
personajes de la society mendolotuda, o el clásico “conocemos a todo el
mundo” y por las dudas le tiran una solicitud de amistad en Facebook y
si el/la persona en cuestión les acepta la solicitud, le megustean todo
para simular relación cercana. Ni que hablar si se la encuentran en
algún boliche o evento social, se desviven por saludar al personaje a
viva voz. ¡Patético man!
Y por el otro lado tenés a los clásicos
pasteles que se creen mil y son una ensalada de nabos. Son los perejiles
que para hacerse los importantes o lo copados, se la tiran de
antisociales y no saludan ni a la gente que conocen de memoria de toda
la vida. Van por el pub o por la Arístides simulando que nada les
importa mientras mirotean de reojo para ver quien los observa. Siempre
van con cara seria para todos lados, como si de ellos dependiera la
economía del país y siempre simulan ser gente muy atareada. Clásico
payaso que habla con el Nextel a los gritos y con el altavoz. Da
cincuenta vueltas hasta estacionar cerca del lugar donde va a sentarse
para que todos vean el autito nuevo. Bajate del caballo de San Martín
paparulo si te conocemos desde que eras un gordito gil con lentes y
brackets. ¡Zapallito coreano!
Y ya como para no hacerla larga al
divino botón e ir cerrando, debemos destacar la capacidad que adquiere
el mendolotudo para poder “Vivir en pose”. Es impresionante la necesidad
imperiosa de la gentuza a estar constantemente buscando la cámara,
tanteando a ver quien los mira, poniéndose esa ropa espantosa con los
logos gigantes de Armani, el caballito de Polo que parece un avestruz,
el Tiranosaurio Rex de Lacoste, el pobre pingüino de Penguin más grande
que Néstor, En fin, grandes, chicos, mujeres, varones en general todos
horripilantemente dependientes de la opinión ajena.
Parecemos una
mega ciudad, pero en nuestros corazoncitos seguimos siendo unos
chuncanitos pueblerinos bien pacatos, constantemente pendientes del “qué
dirán”…
Enlace:
http://www.mdzol.com/nota/533386-mendoza-y-el-famoso-pensamiento-del-que-diran/#popupv96222v3
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