Mendoza, 22 de Julio de 2013
Diario UNO Mendoza
Brian tiene 12 años y emocionó al gobernador cuando visitó el humilde asentamiento del basural de Godoy Cruz. Tiene todos 10 en su libreta y es escolta en la escuela Eva Perón.
Hay varias historias detrás de El Pozo, el basural de Godoy Cruz que
el gobernador Francisco Pérez adoptó como estandarte propio, para
demostrar que se puede transformar la pobreza.
Pero allí donde el mandatario justicialista tiene depositado un
sueño, lo urgente no puede esperar el largo plazo que muchas veces
representa la gestión estatal y la buena voluntad de otros tantos que se
acercan a colaborar. Brian (12 años) estuvo el día en que Paco Pérez,
junto con todo su gabinete, visitó los barrios aledaños al basural.
El chico vive a unos pocos metros de la canchita que armaron en el
Club Social y Deportivo Los Santos y la suya fue una de las historias
que conmovieron al gobernador, porque salió escolta de la primaria que
funciona en la escuela hogar Eva Perón, pese a la indignidad, la pobreza
y falta de recursos que lo rodean.
Su madre, Carmen La Portilla (40), dice sonriente que su hijo tiene
todos diez, sin ser de los que estudian mucho para lograr esos
resultados.
La de este niño es una condición natural: es tímido, pero se muestra
atento y con sus ojos tan oscuros como profundos, analiza reteniendo
cada detalle de su interlocutor. Quizás eso mismo lo favorece en la
escuela: escucha y comprende con habilidad.
Sabe que es un orgullo para su madre y sus hermanos, ahora incluso
para el gobernador, pero también que eso no modifica en nada su
situación actual.
“¿Qué te gustaría Brian?”, “¿qué pensás del futuro?”,
le pregunta la cronista cuando se van los funcionarios.
El niño piensa, hace una pausa con su mirada antes de responder y va al hueso: “Quiero irme de acá, vivir en un lugar mejor”.
“No tienen que darnos todo”
Dos días después de la visita política, Diario UNO volvió a La Isla, como llaman a ese sector del Campo Papa donde vive Brian.
Con amabilidad su familia abre las puertas de una casa construida con
algo de material, nailon y chapas, en la que el invierno es más duro de
lo que para cualquiera con las condiciones habitacionales básicas
podría significar.
No tienen electricidad continua, porque la conexión casera no la
garantiza y hace que la estufa, como la heladera, funcionen con lo
mínimo. Por eso permanecer dentro de ese ambiente en el que se
concentran las camas para “apechugar” el frío es, según sienten, “casi
lo mismo que dormir afuera”. Pese a todo, no hay reclamo en ese hogar.
Es la realidad la que se encarga de enrostrar las faltas. De hecho,
ellos agradecen la presencia de las autoridades, aseguran que los
benefician con mejoras que llegan de a poco y aprovechan esta coyuntura,
dada por la visita del gobernador, para aclarar que no quieren nada de
regalo, sino que les garanticen el acceso a una vida digna.
Carmen es madre y padre. Tiene cinco hijos, cuatro a su cargo: además
de Brian, Cristian (14), Juan (10) y Lourdes de diez meses. Por mes, la
mujer se sostiene con los $1.500 de la asignación universal y $200 más
que junta trabajando dos veces por semana como empleada doméstica.
No puede hacerlo todos los días porque padece una trombosis en una de
las piernas que la condiciona a movilizarse. Cada dos semanas, recibe
también mercadería de la asociación Avome, a cambio de asistir a algunos
cursos que ella orgullosa detalla porque siente que son su cable a
tierra, “un respiro para salir de lo cotidiano”. Recibe verduras,
frutas, algo de pollo, carne y alimentos no perecederos que “estira”
para cubrir los 15 días.
“No me parece que tengan que darnos todo. Está bien que vengan (se
refiere a los funcionarios) para saber cuál es nuestra situación de
vida”, manifiesta con sinceridad Carmen, quien vino de Perú hace 22 años
y se separó del padre de los chicos hace seis, mientras la rodean sus
hijos sin parar de intercambiarse guiños de complicidad.
“No hace tanto frío mamá”, advierte Juan, cuando recorren el patio,
lo que demuestra que la queja, de verdad, está ausente de su conciencia.
Sólo vivir dignamente
La situación de esta familia no fue siempre igual. “Antes trabajaba
todos los días, los chicos estaban en la Eva Perón y volvían el fin de
semana.Pero se complicó, por mi enfermedad y otros problemas. Entonces
dejé la casa que alquilaba y nos vinimos para acá”, detalla sobre el
pasado esta mujer que pagó $1.800 (que sacó de la asignación) por el
acotado lote que entre basura y médanos le vendió un vecino.
Insistiendo en eso de “no pedir nada”, Carmen cuenta que quiere pagar
su casa, una nueva, donde vivir no sea tan violento: “Hace años que me
he anotado para viviendas en el municipio (de Godoy Cruz). En la parte
de abajo del Campo Papa estoy censada para que me adjudiquen una, pero
me dicen que tengo que esperar”.
El gobernador Pérez se comprometió a brindarle ayuda. Esta familia
vecina de El Pozo sólo piensa esperanzada, en silencio, que sería bueno
que esa visita implique un cambio, más allá de la libreta con dieces, el
logro escolar de Brian y lo que ellos con poco alcanzaron. Se nota que
no quieren ser protagonistas de una historia triste, simplemente superar
las condiciones adversas.
Enlace:
http://www.diariouno.com.ar/mendoza/La-conmovedora-historia-de-un-chico-que-necesita-salir-de-El-Pozo--20130720-0016.html

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