31 de Marzo de 2013
Diario sitioandino.con
El conflicto se desató en 1950, en el marco de la Guerra Fría. ¿Qué vigencia tiene esa lucha hoy? ¿Cuánto hay de realidad en las amenazas de Kim Jong-un?
Más de 40 mil soldados de Estados Unidos y Corea del Sur están llevando
adelante maniobras militares en la Península de Corea, en el marco de
una serie de ejercicios que realizan todos los años.
A través de estas prácticas, Washington da cuenta del compromiso de su alianza estratégica con Corea del Sur.
Pero
los vecinos del norte interpretan que el verdadero propósito de estos
ejercicios es muy distinto. En concreto, sostienen que se trata de una
pantalla para cubrir la preparación de un ataque sorpresa. Por eso, en
respuesta, Pyongyang inició una escalada de encendidas amenazas.
Esto
no es una novedad en sí misma, porque el estado norcoreano siempre
rechazó fervientemente las maniobras militares conjuntas de sus
enemigos.
Lo inédito es la intensidad de las amenazas recientes. En esa línea
está el anuncio de la anulación de importantes pactos de paz e incluso
del armisticio, que mantenía congelada la guerra iniciada en 1950.
Aún
a pesar de todo esto, hay pocos motivos para pensar que realmente va a
cumplir algunas de sus amenazas más mortíferas. Al menos en el corto
plazo.
En primer lugar porque el principal destinatario del duro
discurso del líder supremo, Kim Jong-un, es interno: no se puede obviar
el gran problema de legitimidad que lo asecha.
Con 30 años recién
cumplidos, debió ser rápidamente promovido en la jerarquía militar
norcoreana por su padre, que veía que su muerte era inminente y que
tenía que dejar mínimamente preparado a su sucesor. El problema es que,
como consecuencia, ascendió sin mostrar que efectivamente tuviera las
calificaciones necesarias.
Así, mostrarse como un líder fuerte
frente a los enemigos nacionales puede ganarle algo de ese respeto
político y militar que no pudo consolidar en su carrera previa.
En segundo lugar, más allá de la omnipotencia de sus demostraciones
de fuerza, la tecnología nuclear norcoreana sigue siendo demasiado
defectuosa como para atreverse a un enfrentamiento con la máxima
potencia militar del planeta.
Casi todos los analistas coinciden
en que todavía no consiguió desarrollar la tecnología necesaria para
enviar a Washigton un misil atómico. Aunque no se puede negar que sus
últimas pruebas nucleares asustaron a muchos y que, al menos, dan cuenta
de su voluntad de progresar rápidamente en el rubro.
Es que hay
otro motivo para temer que parte de las amenazas norcoreanas tengan algo
de verdadero. Pensar que ejercicios militares de rutina puedan ser
utilizados como una cortina de humo para un ataque sorpresa suena
disparatado desde el punto de vista occidental. Los “juegos de guerra”
tienen un valor eminentemente político, en este caso, para tranquilizar a
una nerviosa Corea del Sur y ratificar la fortaleza de la alianza entre
ella y Estados Unidos.
Pero desde la perspectiva de Norcorea,
que es un país estructurado a partir de lo militar, y que desconfía de
todo lo externo a sí misma, probablemente sea difícil pensar que esos
“juegos” tienen sólo un fundamento político.
El antecedente de la Guerra
Terminada
la Segunda Guerra Mundial, la península, que estaba ocupada por Japón
desde 1910, fue dividida en dos por las potencias triunfantes: el norte
sería controlado por las tropas de la Unión Soviética, y el sur por las
de Estados Unidos.
En el marco de un naciente conflicto entre las
dos potencias por decidir quién sería la dominante, la situación en
Corea se hacía insostenible y parecía inevitable que una parte atacara a
la otra. El primer paso lo dio el norte en junio de 1950.
¿Cómo lo hizo? Casualmente, utilizó ejercicios militares de pantalla para atacar por sorpresa al sur y así se desató la guerra.
Volviendo
al presente, lo que puede estar ocurriendo es que su propia actitud en
el pesado esté haciéndolo sospechar que ahora su contraparte está
tramando lo mismo: usar los ejercicios como cortina para un ataque.
Debido
a las reacciones preventivas que puede desatar una sospecha semejante y
a la disímil interpretación que le dan el norte y el sur a los
ejercicios militares, durante la presidencia de Bill Clinton estos
permanecieron suspendidos en la península de Corea.
De modo que
las amenazas de Pyongyang pueden ser interpretadas no sólo como un
mensaje hacia el interior para consolidar a su líder, sino también como
un intento de forzar a Estados Unidos a abandonar esos “juegos de
guerra” con Corea del Sur.
Habrá que esperar hasta fines de
abril, cuando concluyan los ejercicios militares en el sur, para ver si
efectivamente la actitud beligerante del norte se debía a un temor
despertado por ellos. De manera que, ya concluidos, las amenazas podrían
empezar a ceder.
Enlace:
http://www.sitioandino.com/nota/71929-conoce-por-que-se-pelean-corea-del-norte-y-corea-del-sur/
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