21 de Febrero de 2013
Diario UNO Mendoza
Karp Lykov y su familia nunca habían oído hablar de la Segunda Guerra Mundial. Ni de su principio ni de su fin. Nada en absoluto. De hecho, vivieron en la taiga Siberiana, sin ningún contacto humano durante cuatro décadas desde 1936 a 1978.-
Durante ese tiempo, la familia nunca se encontró con un soldado o
escuchó un solo avión, bala o proyectil. Lejos de cualquier frente, en
el fondo de la taiga Siberiana, a pocos kilómetros de la frontera norte
de Mongolia, esta familia Rusa vivía en una choza de madera por el río
Abakan. Ocultos, a 150 kilómetros de la localidad más cercana conocida,
estos Rusos sobrevivieron en su propio microcosmos sin enterarse de nada
más en el mundo, con cero tecnología, nada más unas cuantas
herramientas.
Los Lykovs eran Creyentes Viejos -un secta Ortodoxa Rusa perseguida
por los zares y los soviéticos- los cuales escaparon de su ciudad natal
en 1936, después de que una patrulla del Ejército Rojo matara al hermano
de Karp Lykov. Junto con su esposa, Akulina, Savin de 9 años de edad, y
Natalia de 2 años, Karp huyó a las montañas con unas herramientas y
semillas. La pareja tuvo dos hijos más, unos años más tarde, en los años
40: Dmitry y Agafia.
Esos niños crecieron sin saber nada del mundo exterior, nada más que
lo que escucharon en las historias contadas por sus padres. Y sus padres
vivían en completa ignorancia de lo que estaba sucediendo en el mundo
en ese momento, hasta que un grupo de científicos soviéticos liderados
por Galina Pismenskaya los descubrió en 1978. Estas son sus primeras
impresiones:
Junto a un arroyo había una vivienda. Ennegrecida por el tiempo y la
lluvia, en la cabaña se amontonaba todo tipo de taiga, corteza, basura,
postes, tablas. Si no hubiera sido por una ventana del tamaño de mi
bolsillo, habría sido difícil creer que alguien vivía allí. Pero lo
notaron, sin lugar a dudas .... se habían dado cuenta de la llegada de
unos cronistas.
La puerta crujió, y la figura de un hombre muy viejo salió a la luz
del día, sacada de un cuento de hadas. Descalzo. Con una camisa
remendada y parches hechos de saco. Llevaba unos pantalones del mismo
material, también con parches, y tenía una barba despeinada. Tenía el
pelo también alborotado. Parecía asustado y alerta .... El cronista
rompió el hielo: "¡Saludos, abuelo! ¡Hemos venido a visitar! "
El anciano no respondió de inmediato... Por último, se oyó una voz
suave, incierta: "Bueno, ya que han viajado hasta aquí, pueden entrar".
El silencio se rompió de repente por los sollozos y lamentos. Sólo
entonces se pudo divisar las siluetas de dos mujeres. Una estaba
histérica, rezando: “Esto es por nuestros pecados, nuestros pecados.” La
otra, la cual se mantenía detrás de un poste ... se hundió lentamente
en el suelo. La luz de la ventana pequeña cayó sobre sus ojos, muy
abiertos y aterrorizados, y los cronistas comprendieron que debían salir
de allí lo más rápido posible.
Es difícil imaginar que esto ocurra ahora, en un mundo donde incluso
tribus perdidas en la selva amazónica ha tenido contacto exterior, y la
televisión vía satélite está disponible en los rincones más remotos y
pobres de África.
Enlace:
http://www.diariouno.com.ar/alfabeto/Vivieron-aislados-40-aos-20130130-0102.html

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