14 de Febrero de 2013
Diario UNO Mendoza
Hoy, en Crónicas Insólitas, el autor imagina lo que se puede encontrar. Hay mucha mugre allí. Hace 28 años que no se hace una limpieza a fondo. Algunos dicen que, sumergidas y llenas de algas, hay cosas que les pertenecen.
Van a sacarle el agua al lago del parque. Hace 28 años que no se hace este trabajo y de allí puede salir cualquier cosa.
Si sobrevivieron al moho se pueden llegar a encontrar los objetos más
insólitos, no porque las cosas a encontrar sean raras sino porque es
raro que estén allí, llenas de herrumbre, de algas o de barro.
Algunos ya se han atribuido la propiedad de algún objeto hundido allí
por accidente y han cursado el pedido de devolución del mismo. Quizás
en estos cinco meses que demandarán los trabajos de desagote y limpieza
aparezca ese par de anteojos, la dentadura postiza, el teléfono, el
zapato, la llave 11 estriada para ajustar la tuerca del tolete…
Pero también pueden aparecer cosas que fueron arrojadas allí
voluntariamente para que nunca más aparezcan y que ahora resurgirán de
las profundidades: un anillo de matrimonio, la espantosa lámpara de pie
que fue regalo del cuñado, el cuerpo sin cabeza de la suegra y la cabeza
también… A diferencia de los otros objetos, estos no serán reclamados.
Más aún: nadie pedirá su devolución y negará cualquier relación con
ellos.
“Fijate si pueden encontrar una llave 11 que se me cayó del bote una
tarde de entrenamiento”, le escribió a este cronista un remero que ya
dejó la actividad y que entrenaba en el Lago del Parque a fines de los
’90. “A mí se me cayeron unos anteojos”, dijo una practicante del mismo
deporte que cierta vez vino con un club de Tigre a correr una regata de
la Vendimia.
Porque quienes más conocen esos 75.000 metros cúbicos de agua son los
remeros integrantes del Mendoza de Regatas, que han girado una y mil
veces en ese lugar y se han preguntado por qué al lago lo hicieron de
solo 500 metros de largo y no de 2.000, para poder correr allí una
regata oficial.
El agua y el bogar por ella ejercen un hechizo especial en quien ha
remado alguna vez. Los mendocinos que lo han hecho en el lago del
Parque, los bonaerenses que lo han hecho en el río Luján, los
patagónicos que lo hicieron en el Nahuel Huapi y los rosarinos que andan
por el Paraná, todos difícilmente logren olvidarse de los remos y el
bote por más que pasen los años, los músculos pierdan fuerza y las
articulaciones crujan.
Con relación a los “tesoros” que pueden mantener ocultos las algas y
el agua del lago del Parque, algunos en el Regatas cuentan que un
veterano remero de la institución que supo tener destacadas actuaciones
en un cuatro largos con timonel, era uno de los que no se podían
despegar del lago y de los botes a pesar de sus años. Además, dicen que
el hombre también conservaba intacto el hábito de picaflor y muchas
veces llevó a algunas de sus conquistas a dar una vuelta en bote por el
lago.
Una vez había logrado cautivar a una mujer unos 15 años más joven que
él. El remero veterano fue al club a pavonearse con su conquista y
además a demostrarle a la dama sus habilidades como remero, y de paso
llevarla a pasear en bote. Vaya a saber porqué, quizás por la asociación
que algunos hacen entre el romanticismo, las góndolas y Venecia, las
mujeres solían quedar embelesadas con el maduro galán después de esos
paseos, que lograban derrumbar la última resistencia.
Vestido de remera piqué y pantaloncito de un impecable blanco, el
galán le extendió la mano a su conquista para ayudarla a subir al bote
de paseo. La señora (o señorita, no viene al caso) se ubicó en el
asiento del timonel. Nuestro hombre con tres paladas del remo izquierdo
se apartó del rampín y comenzó el paseo. Era un magnifico atardecer de
primavera. Hay que reconocer que era una postal idílica.
Los primeros veinte minutos le habían alcanzado al experimentado
amante para recorrer el lago dos veces sin agitarse y contarle treinta y
dos anécdotas a su chica. Lo que no tuvo en cuenta nuestro hombre fue
el polen que flotaba en el aire. Tampoco recordó su alergia. El primer
estornudo lo sorprendió totalmente e hizo que su dentadura postiza
saliera disparada, rebotara en la borda de estribor y cayera al agua
irremediablemente, sumergiéndose y perdiéndose de vista en cuatro
segundos.
Lo que vino después fue muy incómodo: el remero palideció e intentaba
ocultar su rostro de la mirada de su acompañante, quien a su vez hacía
enormes esfuerzos por no reírse. Las remadas que llevaron al bote del
regreso al club fueron las más vigorosas que dio el galán en toda su
vida. Dicen que alguien pidió un taxi para que la mujer dejara el
Regatas y otro auto para que el veterano fuera a refugiarse en su
departamento del centro y concertara una cita de urgencia para el día
siguiente con su odontólogo de cabecera.
Pasaron muchos años de esto y la anécdota casi se había olvidado,
pero alguien la recordó cuando se anunció que el lago será desagotado y
limpiado a fondo en estos próximos cinco meses. “¿Encontrarán los
dientes?”, se preguntó el memorioso.
Enlace:
http://www.diariouno.com.ar/mendoza/Los-tesoros-que-encontraran-en-el-lago-del-Parque-20130204-0009.html
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